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El halo gris, entre nosotros

De Sergio Elguézabal, esperamos aliento para cambiar el planeta asfixiado tambén por el coronavirus. Empero, hace 4 años escribió esta nota, apoyado en un adivino.

Por Sergio Elguézabal

Un adivino me ha dicho que Argentina tiene mala onda. Que el halo gris viene desde hace años y que por eso tiene a tantos argentinos en la consulta. Dice que no sabe cuándo se irá la mala onda. Cuando lee mi mano aparece que tendré larga vida, pero si cuido el corazón. Lo que pasa es que si vivo en un país con mala onda no creo que pueda resistir mi corazón. Para peor yo estoy convencido de que el mundo tiene mala onda. Así que no me salvaré. A quién le importa. Lo que importa es la mala onda del mundo.

El mundo tiene tanta mala onda que nos hemos creído que hay ciudadanos de primera y de segunda. A unos los expulsa, a otros los condena al sin trabajo y a otro grupo, igualmente constituido por millones de personas, a vivir con dólar y medio por día. El mundo tiene tanta mala onda que reparte todos sus bienes del modo más desigual que uno pueda imaginar.

El mundo rodeó a las ciudades del dióxido de carbono y metió a todos en jaulas grandes como un auto para que vivamos atestados mientras transitamos largos caminos de casa al trabajo y viceversa.

En los aeropuertos de todas las ciudades que conforman el mundo te hacen sacar los zapatos y los cinturones, y dentro de poco habrá que dejar los calzoncillos para que te dejen salir o entrar.

Hay un país, dentro del mundo, donde hasta los vecinos andan con revólver en el cinturón y dos por tres masacran a otros vecinos porque son gays, negros, blancos, estudiantes o musulmanes.

Hay otro país, del mismo mundo, que sigue matando a las ballenas. Y otro que liquida a los rinocerontes porque dice que el polvito triturado de los cuernos hace más viriles a sus hombres.

Miren si tendrá mala onda que termina transformando sus montañas en huecos miserables a los que llama pasivo ambiental. “Porque sin oro, no habría celulares”, dice el mundo.

Envenena la tierra y mata desmesuradamente a los animales. Mata a destajo. Es decir, maltrata todo aquello que le da de comer. Mala onda, MAL.

El mundo construye barrios privados con lagunas artificiales, olas artificiales y hasta arenita artificial. Todo para alojar una completa vida artificial.

Mirá si tendrá mala onda que ya le quitó al mar una porción de su reinado y construyó una isla compacta, todita de basura.

Hay mala onda en este mundo que desemboca en egos desbocados. Tanta mala onda que no se conmueve ni siquiera por el semejante.

El halo gris envuelve a este mundo que desprecia lo esencial y abraza todo el artificio. La mala onda es tal, que el mundo está creído que la felicidad es tener mucho de todo.

Si será mala onda que se ha tornado políticamente incorrecto hablar de la mala onda. Así es: para el mundo, reconocer el estropicio es de una mala onda descomunal.

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