«Una de las partes más divertidas de la película es aquella en la que Martin, ya achispado, le dice a sus alumnos que elijan entre tres personas a quién de ellas votarían. La primera es un tipo que sufre de parálisis, hipertenso, anémico, creyente en la astrología, infiel a su mujer, fumador y bebedor de (demasiados) martinis. La segunda, un tipo con sobrepeso que perdió tres elecciones, proclive a la depresión, que ya tuvo dos infartos, fuma sin parar, bebe de todo y toma dos pastillas porque de otro modo no pega un ojo. Y la tercera, un héroe de guerra condecorado, respetuoso con las mujeres, que ama a los animales, no fuma y casi no bebe alcohol más allá de la ocasional cerveza. Por supuesto, los pibes se inclinan por este último. Y Martin les revela que el primero era Franklin D. Roosevelt, el segundo Churchill y el tercero -Dios nos libre -, Adolf Hitler. ¿Moraleja? Los vicios sociales no son la mejor medida de un hombre«.
Este es no de los párrafos seleccionados por Humanidad, de la extensa nota de Marcelo Figueras (el link: https://www.elcohetealaluna.com/que-vida-esta/) sobre la película danesa «Otra Ronda» (Druk) y el derecho a la defensa a ultranza del estado de ánimo.
Solo se incluirá un párrafo del artículo, que aborda varias aristas: «En Otra ronda, Mikkelsen interpreta a un profesor de historia de escuela secundaria llamado Martin, cuya vida se ha empantanado. Por un lado, todo parece estar bien: tiene trabajo seguro, casa, una familia (mujer y dos hijos adolescentes) y compañeros docentes que además son amigos de verdad. Pero por el otro, siente que su alma se apagó, que dejó de ser quien solía ser para convertirse en nadie, en un autómata, un robot sin alma que sólo se mueve, hace y dice cosas por inercia«.
A disfrutarla, con moderación…
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