Opinión

La hazaña de hacer cumbre con buen humor

La argentina, hija del recordado Jorge Guinzburg, fue recibida por el Sumo Pontífice junto a humoristas de otros 14 países. Compartió fotos con Florinda Meza, Chris Rock y Conan O'Brien, entre otros

Por Fabián Bosoer (Clarín)

En coincidencia con la cumbre del G7 en Italia, el Papa Francisco aprovechó para hacer su propia cumbre alternativa: una reunión de humoristas de todo el mundo para “celebrar la belleza de la diversidad humana y promover un mensaje de paz, amor y solidaridad, un momento significativo de diálogo intercultural y de intercambio de alegría y esperanza», según informó El Vaticano.

Una de las características de Francisco es, se sabe, su sentido del humor. En varias entrevistas dijo que “la actitud humana más cercana a la gracia divina es el humor”, y confesó que reza a diario una oración de Tomás Moro‘Dame, Señor, el sentido del humor’; que yo sepa reír ante una broma».

Que hay cumbres que mueven a risa, también lo sabemos, y no precisamente por su sentido del humor. Y otras son para llorar. Pero eso es harina de otro costal. Aquí se trata de otra cosa: reivindicar el buen humor como un estado del alma. El Papa ya expresó en una ocasión que «los comediantes, tanto actores, cómicos, caricaturistas, escritores, tienen la capacidad de soñar nuevas versiones del mundo», y que «a menudo lo hacen con ironía, que es una virtud maravillosa».

Este viernes, convocó a un centenar de humoristas y actores de comedia llegados de todo el mundo y les dijo: “Denuncian los excesos del poder, dan voz a situaciones olvidadas; ponen de relieve abusos; señalan comportamientos inadecuados… Pero sin sembrar la alarma o el terror, la ansiedad o el miedo, despiertan el sentido crítico haciendo reír y sonreír. Lo hacen contando historias de vida, narrando la realidad, según su punto de vista original”.

La picardía de la argentina Malena Guinzburg

«En medio de tantas noticias pesimistas, inmersos como estamos en tantas urgencias sociales e incluso personales – añadió el Papa -, ustedes tienen el poder de difundir serenidad y sonrisas. Ustedes son de los pocos que tienen la capacidad de hablar a personas muy diferentes, de distintas generaciones y procedencias culturales. La risa ayuda a romper las barreras sociales, a crear vínculos entre las personas. Nos permite expresar emociones y pensamientos, ayudando a construir una cultura compartida y a crear espacios de libertad”

La vitalidad de la cultura de un pueblo se nota especialmente en la capacidad de reírse, pese a todo aquello que se sufre y se padece. De hacerse fuerte desde el dolor desafiando la adversidad, permitiéndose ironizar sobre las verdades absolutas y dogmas, aún las propias, sin que eso suponga declinar las convicciones más profundas.

No se puede vivir sin sonreír. El humor es una parte propia del ser humano, nos ayuda a no perder la cabeza”, dice el presidente ucraniano Volodimir Zelenski, que fue él mismo comediante y muestra que aprendió a ponerse serio al frente del gobierno en las circunstancias más difíciles que una nación puede afrontar, pero que eso no le hizo perder la frescura, elocuencia y sencillez. Lo que puede apreciarse en el documental de David Letterman, disponible en Netflix. “Recurrimos al humor para seguir adelante con nuestras vidas, para no perder los ánimos” dice allí Zelenski.

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Reír llorando

A propósito de la nota La ambigüedad del vivir, de Joaquín Paganetti, donde refleja una cosmovisión de la vida – cada uno con la suya, cada pueblo con su cultura -, a un colaborador de Humanidad, le pareció oportuno reproducir este tierno y triste poema del mexicano Juan de Dios Peza. Político, periodista, poeta y…

Eliahu Toker, escritor argentino dedicado al estudio del yiddish, subrayaba que el humor se vuelve realmente poderoso cuando al mismo tiempo que entretiene, cumple un rol social, que es el de permitirnos conocer, a través de relatos y cuentos, las circunstancias que marcan y animan la historia de nuestro pueblo o la de otros pueblos.

También a resistir, sobrellevar y vencer no sólo a sus circunstanciales enemigos externos, sino también a sus propios fantasmas, dolores, odios y ofensas, sin perder la compasión y la sonrisa. En una ocasión le preguntamos al sabio Eliahu, ¿Cómo diferenciar el humor y la burla? Y nos respondió recordando que “ya los sabios del Talmud diferenciaban entre ‘reírse de’ y ‘reírse con’. El ‘reírse con’ era estimulado, mientras que la prohibición formal de ‘reírse de’ se menciona con frecuencia. Incluso hay un explícito mandato talmúdico que dice: «Toda burla está prohibida, salvo la destinada a la idolatría»”.

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