«Los derechos humanos hoy son ineludiblemente derechos sociales. La democracia no debe dejar a nadie afuera, debe incorporar a todos, especialmente a los rotos, hacerles lugar. ¡No dejemos que nos roben esa esperanza!». Tal uno de los párrafos sustantivos del equipo de curas villeros encabezados por el obispo Eduardo Carrara y el sacerdote José María Di Paola, al difundir este 9 de Julio el documento «No se olviden de las y los pobres».
En vísperas de la celebración, el próximo 10 de diciembre de 40 años del retorno democrático, los religiosos reiteraron el «Nunca más» a una «interrupción que «trajo mucho sufrimiento a nuestra Patria».
La declaración fue suscripta también por Ignacio Bagattini, Agustín López Solari, Pedro Cannavó, Federico Ortega, Lorenzo de Vedia, Facundo Ribeiro. Ramiro Terrones, Gustavo Rofi, Gabriel López, Nicolás Angellotti, Carlos Olivero, Andrés Benítez., Gastón Colombres, Jesús Carides, Damián Reynoso, Martín Carroza, Ramiro Pannunzio, Adrián Bennardis. Domingo Rehin, Joaquín Giangreco, Guillermo Torre, Carlos Morena, José García, Juan José Berli, Ignacio Rey Nores, Fabio Raúl Solti, Mario Romanín, Fernando Montes, Juan Carlos Romanín, Bruno Rossi, Leonardo Silio, Jorge Moreno, Marcos Muiño, Mauricio Cardea, Ariel Corrado,. Adrián Ortigoza, Andres Tocalinim, Pedro Baya Casal, Omar Mazza, Miguel Berriel, Francisco Ochiuzzi y Sebastián Sury.
El conglomerado de sacerdotes que responde a la doctrina del papa Francisco constataron que «muchos sueños siguen pendientes…hoy vemos que la brecha con los últimos se agranda. Hay al menos 40% de pobres, la mitad de los trabajadores sin derechos, precariedad en el acceso a la vivienda. Hay barrios enteros donde sus vecinos resisten como pueden al narcotráfico, que amenaza llevarse su tesoro más preciado, sus hijos e hijas adolescentes. Hay miles de personas viviendo en la calle, y sabemos bien que la calle no es un lugar para vivir. Se respira un ambiente de resignación, de conformismo, como que esto es así y no se puede cambiar, o tal vez lo que es peor aún, la aceptación de la idea de que algunos nacieron con más derechos que otros».
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Parados en el Evangelio de Jesús, advirtieron que «muchas veces vemos a las dirigencias de diversos ámbitos desconectadas de la vida concreta de las mayorías, envueltas en internismos, buscando ocupar espacios de poder».
«No abundan – agregaron -, las propuestas concretas que expresen vocación de transformar, de imaginar un sueño que ayude a poner de pié y caminar tras de él. Las y los más pobres se volvieron casi invisibles para la agenda política y mediática, cuando no son objeto de declaraciones insensibles que denotan violencia y aporofobia«.
Puntualizaron, además, que «sobre todo se trata de encontrar mecanismos para garantizar a todas las personas una vida digna de llamarse humana. Por eso valoramos profundamente la vocación política, la política como servicio, que abre cauces nuevos para que el pueblo se organice y se exprese. Una política no solo para el pueblo sino con el pueblo, arraigada en sus comunidades, y en sus valores, también los religiosos».
En tal sentido, rescataron que «la principal herramienta de transformación que tiene el que gobierna es el Estado. En las villas o barrios populares necesitamos de una presencia inteligente del Estado, de un Estado emprendedor, pero sobre todo de un Estado que entre en la lógica del cuidado de los más frágiles»
«Es verdad – aceptaron – que hay algunas políticas que se vienen enfocando en este sentido, como las vinculadas a la integración socio-urbana de los barrios populares o los programas de abordaje comunitario de las personas que padecen adicciones, pero entendemos que resultan insuficientes».
«La pobreza – definieron -, no es solo escasez de recursos materiales. El lazo social que se rompe en las crisis no se recupera automáticamente en tiempos de bonanza económica. Para revertir las heridas de la crisis, la violencia, la vida en calle, la marginalidad, la adicción, las fatales consecuencias de la desesperanza, la falta de educación, no solo se necesita dinero, sino también poner mucho el cuerpo y mucho tiempo».
Acoataron que «urge consolidar y profundizar los programas de cuidado, que organizan la comunidad para la reconstrucción del tejido social. Para abordar la pobreza multidimensional hay que profundizar estos caminos: techo, tierra, trabajo y reconstrucción de la comunidad«.
«Otra vez el pueblo argentino . expresaron en el tramo final -, debe volver a saber que es posible alcanzar una tierra para trabajar, para construir un techo y así cuidar de una familia. Debe redescubrir el camino de la educación como la mejor política de seguridad. Debemos recuperar el cuidado de las infancias, respetar a los abuelos y abuelas, cuidándolos, y aprendiendo de su sabiduría de vida».


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