La influencia del padre desaparecido en la adicción de los jóvenes

Por Juan Yaría

La «evaporación» del padre repercute, y mucho, en el consumo de drogas, de quienes tienen la mala fortuna de estar a su cargo. Por lo pronto, esa niebla no permite afianzar sentidos, ofrecer amor estructural y dar una guía valorativa que oriente y limite al mismo tiempo ¿Quién instruye a tantos que caminan como sonámbulos? Los seres humanos necesitan ser educados, no adiestrdos como los animales. La filósofa Hanna Harendt, al retomar el texto de San Agustín, «La ciudad de Dios», reafirma que «un recién nacido nos hace regresar al alba de la humanidad».

El francés Charles Péguy (1873-1914), se preguntó sobre el significado del apellido en «El hombre de la esperanza». Pensaba que ese, su tiempo, no era necesariamente el suyo, sino «el de sus hijos». Lamentablemente, hoy el patronímico parece significar muy poco.

Los descensos de la natalidad, en Europa y también en la Argentina, son una muestra de orfandad melancólica: emerge la falta de orientación. ¿Para qué traer hijos a un mundo, donde el porvenir se presenta, por lo menos. oscuro? Al fin de cuenta, recalca Péguy, «el padre es un aventurero, con la misión de alimentar y educar…»un pobre ser responsable, que sufre por otros».

El psicoanalista Massimo Recalcatti (1959), trae a la memoria las palabras de Cristo crucifiado en el Gólgota: «Padre, ¿por qué me has abandonado?». Igual, la película de Nanni Moretti, de 2011, «Habemos Papa», refleja cuando un cardenal es designado Sumo Pontífice y se queda sin voz. ¿Qué le sucede? No puede soportar el peso simbólico de su designación. El balcón de San Pedro se vacía. Es trabajoso ser Papa y también cuesta ser padre hoy.

La función paterna es una figura simbólica desaparecida en muchos ámbitos. En lugar de facilitar un buen desarrrollo de los niños, esa persona que funge como autoridad, es alguien que no abre senderos, sino que, como patriarca dominador, cierra caminos y conduce a la marginalidad.