Se movió el elefante, la estructura paquidérmica del Partido Justicialista, y contra todos los pronósticos – Federico Polack, exvocero del extinto Raúl Alfonsín, sugirió apurarse a inscribir lo acontecido en el récord Guinnes -, el ministro de Economía (desquiciada en lo interno) y candidato a Presidente, Sergio Massa, ganó con amplitud la primera vuelta de las elecciones presidenciales.
No le alcanzó. Tendrá que jugar el segundo tiempo (aquel al que renunció el exmandatario Mauricio Macri, en su promocionado y ya desgastado libro), contra el outsider Javier Milei. Mientras, implosiona el edificio de Juntos por el Cambio, salvó en la ciudad de Buenos AIres. El derrumbe de Patricia Bullrich dará pie a múltiples especulaciones y una proyección tan incierta, como las existentes hasta hoy, para el 19 de noviembre.
El resultado manda. No importaron los hechos de corrupción ni los trastornos impactantes en los precios – el “plan platita”, por lo visto, no resultó tan equivocado y el llamado a un gobierno de conciliación nacional hecho por el tigrense, tampoco -, y la comprensión del derrotero político y social entrará en otro cono de sombra para analistas y consultores. La motosierra seguirá en el aire y habrá que ver si impera la cordura o las salvajadas. Ya este portal, había avisado de la campaña en que se empeñaron, activamente, los seguidores del papa Francisco, para bajar de un hondazo a “Adolfito”, que todavía sigue en carrera. Y en pie de movilización, también, los curas villeros.
Acertaron los que apostaron al “milagro” Massa o lo compararon con el mago David Copperfield. A Humanidad, le sugiere apelar a un basamento del filósofo Spinoza: “No es que las cosas nos gustan porque son buenas, sino que nos parecen buenas porque nos gustan”.
Obviamente, decisivo fue lo que pasó en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof logró cómodamente la reelección, contra el excontador del grupo SOCMA, Néstor Grindetti, quien esta noche estaba preocupado, adicionalmente, porque le estaban arrebatando su distrito, Lanús, en el Gran Buenos Aires. Ni Diego Kravetz, su sucedor, lo podía creer.
La lectura fina del sinuoso derrotero comicial empezará a hacerse mañana. Los argentinos – peronistas -, no son ni buenos ni malos, sino incorregibles. Lo dijo Borges y parece tener vigencia. Un botón de muestra: en Lomas de Zamora, el partido del destruido Martín Insaurralde, el triunfo de su discípulo (Federico Otermín), fue aplastante.
Massa ahora tratará de ofrecer ministerios importantes a dirigentes radicales y moderados del peronismo. Habrá que ver el grado de independencia negocia con la vice Cristina Kirchner, quien hoy afirmó que el presidente Alberto Fernández, no hizo caso a sus reiteradas recomendaciones. Las principales: funcionarios que no funcionan; la negociación con el FMI; y el alineamiento de salarios, para preservar a los trabajadores y jubilados y no, como pasó, que “se la lleven 4 vivos”, como finalmente ocurrió.
¿Emerge un liderazgo? Hay razones para considerarlo, contemplando además los papeles que jugaron Kicillof y el que fuera el secretario general de La Cámpora, Andrés «Cuervo» Larroque. ¿Juan Schiaretti volvería a redil de un peronismo remozado, moderado y nuevamente frentista y transversal? ¿En algo se parece Massa a Lula, de Brasil, aventajando por muy poco a Bolsonaro? Qué, dicho sea de paso, el hijo del expresidente del vecino país, estuvo en el búnker de Milei todo el día de hoy.
Por otra parte, falta conocer la suerte de dos palomas, Horacio Rodríguez Larreta y el médico Fernán Muñoz, quienes potencialmente iban a ir al gabinete de Bullrich. Desplazada “la piba”, Massa seguramente los tendrá en cuenta, sobre todo haciendo pesar su amistad de larga data con el jefe de gobierno porteño.
Humanidad 
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