Detrás de la eyección de Diana Mondino, como canciller, y su reemplazo por el embajador ante Washington, Gerardo Werthein, el presidente Javier Milei destapó la intención de desatar «una purga ideológica» en el Palacio San Martín, deslizó el portal Infobae, de aceitados vínculos con la embajada de Estados Unidos.
En un despacho escrito por Brenda Struminger, se señaló que Milei está convencido de lo que piensa gran parte del cuerpo diplomático arentino. «Si vas a depender de lo que piensa la casta de vos no podés ocupar ese lugar«, le dijeron colaboradores del Ejecutivo al portal, preocupados por la cumbre del G-20 de este año.
Recientemente – recordó Struminger, la Casa Rosada había dado señales de que la paciencia del jefe de Estado estaba acabándose. La carta que Milei le envió la semana pasada a todos los miembros del cuerpo diplomático instándolos a seguir sus lineamientos de política exterior o renunciar, en rigor estaba dirigida formalmente a Mondino.
En aquella misiva, el Presidente la elogiaba efusivamente, pero también le hacía notar públicamente que debía poner orden en la línea ideológica del ministerio y las representaciones en el exterior.
El posicionamento se hizo poco después de echar al representante argentino ante la ONU, Ricardo Lagorio, por su reticencia a retirarle el respaldo a la Agenda 2030 -ahora llamada Pacto del Futuro- en la Asamblea General; al vicecanciller, Leopoldo Sahores; y al director de Derechos Humanos, Christian Machuca, también acusados por falta de alineamiento con sus ideas disruptivas.
“Cuando llegó, Mondino se apoyó en los funcionarios de carrera del ministerio para que la ayudaran. Y se entendió, es una ‘orga’ muy difícil, con gente que está hace mucho tiempo y cree que tiene más poder que el canciller. El problema es que, al depender de ellos, le costaba tomar decisiones propias”, explicaron en la cúpula del Gobierno a Infoba. Para Milei, «la sincronía de la tropa con las directrices económicas no es suficiente: también la quiere firme en las áreas sociales y políticas».

Ante la seguidilla de problemas previas a su eyección, en junio Karina Milei habia insertado en el piso más alto del edificio de la diplomacia, junto al despacho de Mondino, a la abogada Úrsula Basset, mujer de su confianza. Primero de manera informal, pero luego, desde esta semana, con el rol de “asesora” en los papeles. Su misión era monitorear las decisiones de Mondino y sus subalternos, con especial énfasis en los temas administrativos, desde los nombramientos a las aprobaciones de viajes, gastos, etc. Principalmente, dijeron, para ayudarla a poner orden al estilo del ajuste libertario. Desde hace meses que la mayor parte de las decisiones pasaban por su despacho, y su nombre estaba prácticamente en todas las conversaciones de los funcionarios de la cartera.
Dos meses después, Milei hizo lo propio con un funcionario político, pero con fines estrictamente políticos. Por recomendación de Santiago Caputo, que defendía a Mondino a pesar de la serie de inconvenientes, nombró como Secretario de Culto y Civilización a Nahuel Sotelo, armador territorial de los libertarios en el conurbano, que ocupaba una banca en la Legislatura bonaerense y visitaba seguido el despacho de Caputo en Balcarce 50, pero también las oficinas de Eduardo “Lule” Menem y Lisandro Catalán.
Esa decisión coincidió con el momento en que el Presidente empezó ubicar la política exterior en un lugar de mayor importancia que hasta entonces. “Cuando vimos lo que estábamos haciendo con la economía, que habíamos llegado a un dígito de inflación, decidimos que era principal salir a mostrar el milagro argentino”, descibió un asesor.
Entre los dos, el objetivo de la cúpula libertaria era “apuntalar” a Mondino. Por caso, junto al nuevo vicecanciller que reemplazó a Sahores, Eduardo Bustamante, de las filas de PRO, estaban en pleno proceso de revisión de la declaración de países del G-20, atentos a que no se les escapara ninguna línea “woke” – vinculada, por ejemplo, a las políticas de género y a la contaminación -, con la que no estuvieran de acuerdo.
Además, la habían desplazado de varias gestiones internacionales. Y recientemente habían evitado que se involucrara en la difusión de la estrategia del Gobierno para que la Argentina evitara caer en la lista gris del GAFI, a pesar de que la Cancillería había tenido injerencia directa en las negociaciones con los países que forman parte del grupo.
En la misma línea, la propia Karina Milei estaba asumiendo desde la Secretaría General, usualmente dedicada a funciones domésticas, tareas que normalmente le corresponderían a un Canciller. Hace dos semanas viajó a Francia, para reunirse con funcionarios de primera línea de Emmanuel Macron. Y tiene en agenda una visita de alto voltaje a China. “Hoy, Karina es nuestra principal embajadora en el mundo”, dijeron hace unos días en el Palacio San Martín, descontentos con el desempeño de Mondino.
Desde que Milei envió la carta a toda la diplomacia argentina, no hubo renuncias voluntarias en las embajadas y la Cancillería, pero en los despachos de mayor rango del Gobierno avisan que los despidos de Lagorio y de Sahores y Machuca no fueron los últimos. Y pronto, adelantan, habrá novedades con secretarios, subsecretarios y directores. La eyección de Mondino, a pesar de los miramientos sobre sus buenas intenciones, fue una demostración de que al Presidente no le temblará la mano a la hora de desplazar a todo aquel que no esté en sintonía con su agenda social en el plano internacional, a pesar de que vaya en contra de las recomendaciones de funcionarios de línea, con décadas de carrera diplomática.


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