Por Ricardo Arriazu (Clarín)
La decadencia relativa argentina no es solo económica, sino que se extiende a muchos otros aspectos que contribuyen al bienestar. En materia de ingreso por habitante descendimos al lugar 72 en el ranking mundial, pero adicionalmente descendimos a posiciones entre el 47 y el 62 en otros indicadores globales que intentan medir la calidad de vida en los distintos países. Más aún, en varios de estos indicadores, el deterioro no sólo es relativo sino absoluto.
El aumento en la disponibilidad de bienes y servicios es una condición necesaria pero no suficiente para mejorar el bienestar en un país; otros factores, tales como la educación, la salud, la seguridad, y las mejoras en vivienda son necesarias, pero me atrevo a decir que el crecimiento del empleo digno y productivo es tan importante como los anteriores.
Concepción Arenal describió de manera magistral la importancia del trabajo: “Proteger al trabajo es proteger la virtud, es apartar escollos contra los que se estrella tantas veces, es enjuagar lágrimas, consolar dolores, arrancar víctimas al vicio, al crimen y a la muerte”.
El gran interrogante es cómo crear empleos productivos al mismo tiempo que se encaran reformas estructurales que pueden modificar radicalmente la estructura productiva del país.
Argentina se encuentra en un proceso de cambio estructural que puede afectar de manera significativa su estructura productiva y, por lo tanto, la evolución del empleo. La apertura económica y el desarrollo de sectores con un gran potencial exportador, pero poco intensivos – en forma directa -, en mano de obra, puede iniciar un proceso donde se destruirán muchas empresas y se crearán nuevas. La destrucción es siempre más rápida que la creación, lo que puede afectar significativamente al mercado laboral.
El crecimiento económico es uno de los principales determinantes en el aumento del empleo, al mismo tiempo que el empleo contribuye al incremento del PBI. En los países más avanzados se crearon 91 millones de puesto de trabajos desde 1981 (49,2%), lo que comparado con el crecimiento del PBI del 184% muestra que por cada punto de crecimiento del PBI el empleo crece 0,41.

Estas cifras deben ser comparadas también con la evolución del número de personas que buscan trabajo para evaluar la evolución del mercado de trabajo. Esta relación se refleja en la tasa de desempleo y en su mecanismo de ajuste (salarios reales). El desempleo en este grupo de países se encuentra en la actualidad en uno de sus niveles más bajos, explicado parcialmente por la baja en la tasa de crecimiento de la población.
Si bien no existe información consolidada para los países emergentes, resulta claro que, con un costo salarial más bajo y un costo del capital más alto, esa elasticidad es necesariamente más alta. Los datos para Brasil y Chile muestran una relación entre el crecimiento del empleo y el PBI cercana al 0,5%.
En Argentina esa relación parece ser un poco más alta, pero está distorsionada por el crecimiento del empleo público (3,9 millones), del trabajo informal (casi 3 millones) y de los planes gubernamentales. El empleo asalariado privado se encuentra estancado desde hace casi 15 años. Más aún, como la tasa de crecimiento del PBI fue tan baja (1,8% promedio anual), el crecimiento del empleo es inferior al crecimiento de la población.
La solución a los problemas de empleo en la Argentina debe basarse en un mayor crecimiento económico y en un incremento de dicha elasticidad. Duplicando el crecimiento económico y elevando la elasticidad al 0,7% el empleo crecería 2,5% por año, muy por encima del crecimiento de la población. Esa duplicación de la tasa de crecimiento podría lograrse con solo eliminar los años de crecimiento negativo.
La evaluación de lo que pasó en la década de 1990, con cambios estructurales parecidos, puede ayudar a visualizar la posible evolución del mercado laboral.
Entre 1991 y 2001 el empleo total creció 9,8% (1,02 millones de personas) pero con tres etapas claramente diferenciadas. Entre 1991 y 1993 se generaron 294 mil puestos de trabajo; entre 1993 y 1995 se destruyeron 374 mil, y entre 1995 y 2001 se crearon 1,1 millones. Sin embargo, el comportamiento entre sectores fue muy diverso; mientras sectores como el comercio, el transporte, las comunicaciones y el financiero se expandían, caía el empleo en el sector manufacturero, en el sector público y se estancaba en la construcción. Estas diferencias fueron particularmente importantes entre 1993 y 1995.
En ese mismo periodo el PBI se expandió 30,4% aunque la mayor parte del crecimiento se dio en los dos primeros años, reflejo del rebote de la recesión de los años previos. El sector manufacturero creció el 7% para todo el periodo, pero con bajas a partir de 1993.
Esta baja refleja tanto los cambios en la estructura productiva del país, como cambios estructurales a nivel mundial. Durante ese mismo período, el PBI en los Estados Unidos creció 19.4%, pero el del sector manufacturero bajó 4,6%.
Esta dinámica podría repetirse, pero puede ser atenuada elevando la tasa de crecimiento, anticipando posibles cuellos de botella, y eliminando los factores que dificultan el crecimiento del empleo en el sector privado. Considero que una vez restaurados los equilibrios macroeconómicos será imprescindible evaluar en detalle la probable evolución futura del mercado laboral.


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