La serie estrenada esta semana sobre el extinto Carlos Menem, avivó una polémica familiar, entre su hermano, Eduardo (expresidente provisional del Senado) y la hija del riojano, Zulemita. Para el padre de Martín Menem (LLA), hoy titular de la Cámara de Diputados, la producción actuó con “mala leche”; en cambio, su sobrina que participó activamente en el desarrollo del guión, reconoció que es una trama ficcionada “con partes de humor y otras fuertes”, sin estar “totalmente a favor, ni totalmente en contra”, de una figura central desde la vuelta de la democracia, en 1983.
La vida de Carlos Menem siempre estuvo jalonada por polémicas. Fue gobernador riojano, estuvo preso tras el golpe militar de 1976: emuló al caudillo Facundo Quiroga en su ascenso a la Presidencia; y cuando llegó al poder se alió con el liberal Álvaro Alsogaray, gobernó el país durante 10 años (reelección mediante tras el pacto con Raúl Alfonsín), logrando un maridaje con Domingo Cavallo, padre de la convertibilidad: un peso-un dólar.
Siempre se comportó con atrevimiento. El exsenador Eduardo Menem (el solemne del clan de Anillaco) afirmó directo que la serie busca “desprestigiar” la imagen de alguien que no se puede defender. Puso los cañones en el productor Ariel Winograd. Dijo que el papel protagónico a cargo de Leonardo Sbaraglia, es “completamente negativo”, elaborado sobre la base de comentarios críticos que “desfiguran los hechos reales”, con historias “farsescas”.
La que salió a responderle fue Zulemita, subsumida en las huestes mileistas de La Libertad Avanza (LLA). “No deja de ser una ficción, que no está totalmente a favor ni totalmente en contra, pues se llegó a un punto medio”, atemperó.
El espía «rolinga», Menem, ravioles y habanos
En el delicado trance que atraviesa el expresidente, su principal gestor secreto, el non sancto Juan Bautista Yofre, recrea deliciosamente el paso de los Rollings Stones por la Argentina.
Reconoció – era vox pópuli, como también lo fue la expulsión de Zulema, la aguerrada exesposa, de la residencia de Olivos, por fuerzas aeronáuticas, en mayo de 1990 – que su padre era “mujeriego”, pero “prolijo”.
“Con mi hermano vivivos en Olivos y jamás vimos ninguna mujer cruzarse con nosotros”, explicó y señaló que el objetivo de la trama es lograr un resultado gracioso.
Además, explicó que su padre “vendió los derechos en vida y sabía que sería humor picante”.
“Papa era visionario: fumaba debajo del agua y decía que lo importante era que hablen de uno, no importaba si bien o mal”, cerró. Totalmente cierto. Era así. Solo basta recordar que cedió la Casa Rosada y las inmediaciones, para que Madonna filmara su película y cantara – como Evita -, desde uno de los balcones de Perón, «No llores por mí, Argentina».


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