La diferencia por 13 puntos en la elección provincial de ayer, robusteció al gobernador peronista Axel Kicillof, futurista del 2027: demolió a su rival interno, Máximo Kirchner, de La Cámpora y mantuvo en el papel de víctima a la expresidenta. CFK bailó, con un corazón rojo en su remera, en el balcón de la prisión domiciliaria del barrio de Constitución. Eso por el lado de la oposición.
Por el lado del oficialismo libertario, el titular del Ejecutivo, Javier Milei enfrentó su peor noche en el búnker de La Plata, rodeado por un raleado gabinete (pegaron el faltazo, el dialoguista jefe de gabinete, Guillermo Francos, y su «amiga preferida», ministra de Desarrollo Humano, Sandra Pettovello, crítica del desorden interno y las sospechas de corrupción). Deberia recordarse su reunión con el extinto papa Francisco, quien advirtió en su momento públicamente sobre el pago de retornos.
Milei fue una sombra del acto de Moreno. Prometió autocrítica, sin dejar de defender «con uñas y dientes» el rumbo económico, algo que expresamente le pidió modificar Kicillof, al plantearle que espera su llamado para reunirse en forma urgente. Gran interrogante en un día en el que saldrá el ruedo el potrillo salvaje en la Argentina.
El modelo inaugrado en 2023 – aseguró Milei, con un tono menos altivo -, se acelerará y profundizará, porque entiende que puso bajo control la inflación, hizo expandir la economía un 7% y sacó de la pobreza a 11 millones de personas. No es eso lo que cantaron ayer las urnas.
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Kicillof hizo valer la estrategia desplegada por su mano derecha, Carli Bianco: la unidad, en la diversidad, para «frenar» a Milei y ubicar en un rincón a La Cámpora. Sus observados movimientos inquietan a los mercados, que ahora esperarán nerviosos el tránsito hacia el 26 de octubre, día en que habrá una puja competitiva nacional. ¿Despejará las dudas?
Milei recibió una tunda fenomenal que festejó la expulsada vicepresidenta, Victoria Villarruel, y recibió con alegría el «enano soviético» Kicillof, con quien también colabora el excandidato Sergio Massa. El gobernador se mostró agradecido con Cristina – «injustamente condenada», proclamó -, pero ignoró a Máximo, tildado de niño malcriado por «El cuervo» Andrés Larroque, quien superó la etapa camporista y ahora es un axelista convencido.
Para Axel, el mensaje de los bonaerenses significa: 1) rectificación del rumbo (ya Milei le contestó con varios nones); 2) la necesidad de distribuir más fondos a las provincias; 3) no gobernar con odio, maltratos e insultos; 4) respetar al país federal y la Constitución; 5) ampliar el espacio opositor a peronistas (no kirchneristas) y no peronistas (¿llamado a los gobernadores centristas?); 5) administrar en beneficio de «los de adentro y no de las corporaciones de afuera» y 6) No «estafar» más y reunirse con la oposición para «trabajar en conjunto y ponerse de acuerdo».
Al no poner excusas por «la paliza» sufrida, Milei se distinguió del brasileño Jair Bolsonaro, y de su aliado estratégico Donald Trump. Tendrá que examinar su entorno (anoche lo flanquearon la hermana Karina y el gurú sin cargo Santiago Caputo) y enfrentar los vendavales económicos con un discurso remozado y una impronta en la acción distinta. ¿Será posible? Se acerca octubre. Otro partido, con desbarajustes a flor de piel y malas costumbres enquistadas.


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