«Él (papa Francisco) era muy devoto de la Virgen del Rosario de Nueva Pompeya y tenía mucho cariño a los frailes. Para cualquier fiesta, tomaba el autobús – jamás taxi – y venía acá. Subía al camarín y, escondido, le rezaba a la Virgen de Pompeya. Le tiene un gran cariño”. Quien así se expresa es el sacerdote fray Luis Dri, de 96 años, nombrado recientemente cardenal por Jorge Bergoglio, del quién fue confesor.
“La Virgen – le dijo a Lucas Scherer, en el semanario Alfa y Omega -, es milagrosa. Fíjese en mi caso: tuve todas las enfermedades: cáncer de colón, de intestino, fracturas de costillas, las dos caderas, brazos, codos. Mi oncólogo me decía que no es normal. Yo digo que actuó la Virgen de Pompeya”.
Con gran humildad, pese a estar doctorado en confesionario, el capuchino, con un rosario y un mate entre sus manos, cuenta que se tarea consiste en recibir gente con “muchos problemas” y facilitarles que “descarguen sus mochilas y se vayan tranquilos”.
Tras repetir que “el Señor dijo: ´A quienes perdonen los pecados, le serán perdonados; a quienes se los retengan, se les serán retenidos´, Dri recordó el “impacto” que sufrió cuando hace años una persona le manifestó: ‘Yo asesiné´.
Subrayó que “no soy yo el que absuelve; es Jesús, por medio del Espíritu Santo…es lo significativo, lo impagable. Nadie te puede dar esa felicidad que se siente cuando Dios te perdona y estás purificado”.
“Soy el administrador del sacramento de la Reconciliación – indicó -, no su dueño”.
Asegura no sentirse cansado por su trabajo en el santuario de Nuestra Señora del Rosario del humilde barrio obrero de Nueva Pompeya.
Evoca su origen en la localidad entrerriana de Federación. “Lo llevo grabado. Doy gracias a mi madre – enfatizó -, haberme enseñado a no despreciar a ningún necesitado. Cuando alguien llegaba a casa, que era raro, me decía: ´Dale lo que tengas, cualquier cosa´. Aunque nosotros no teníamos casi nada. Vivíamos del campo, de lo que podíamos cosechar”.
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