Detrás de los de las tradicionales y coloridas danzas musicales, la venta de artesanías y comidas típicas y los rituales que la comunidad boliviana – con una población de alrededor de 5 mil personas, sobre un total de casi 50 mil en el Partido de Pinamar -, desplegó a fines de agosto en homenaje a la Pachamama (la madre tierra), se esconde una capa, más gruesa que fina, de discriminación.
“Una gran parte no se siente integrada. Percibe que siempre, alguien, se encarga de poner un límite…un muro. Somos gente de trabajo y nos vienen a buscar por eso y por los votos. ¿Integración? Es una palabra que queda grande: no nos ofrecen cargos, alguna que otra vez para ser concejal suplente…”. Quien así responde a la consulta de El Diario del Mar es la potosina Vilma Calizaya, presidenta (ad honorem) del Círculo de Residentes del Estado Plurinacional de Bolivia en Pinamar.
Excelente cocinera y dedicada a tareas de limpieza fuera de su hogar, Calizaya, fue ungida en una asamblea de connacionales y su mandato, al frente de “un equipo de mamás”, vence en octubre, cuando habrá elecciones democráticas. Su comunidad es la única con personería jurídica, aunque no perfecta, pues existen trabas burocráticas.
Vilma es una agradecida de las posibilidades abiertas en la Argentina y está orgullosa de la participación juvenil, con disfraces peculiares. Además, reconoce de haber encontrado un espacio propio para la colectividad, de 360 metros cuadrados, en las calles Andes y Kairo, cerca del límite con Valeria del Mar. Los planos se aprobaron en la anterior gestión de Vilma y ahora ya están construyendo, para complacencia de todos sus compatriotas. Todo se hace con mucho esfuerzo: el terreno se está pagando con donaciones y en cuotas.

Cuenta sus peripecias para instalarse en Ostende, con idas y vueltas al Altiplano. “Tuve un matrimonio a distancia”, bromea. Ya decidida a residir permanentemente en la costa atlántica argentina, dice que “se puso las pilas” y tiene su casa (de la que aún no es propietaria) en un sector conocido como Moby Dick, allí donde la novela del genial Herman Melville confluye con la arteria principal, del poeta Víctor Hugo.
Hay bolivianos dedicados a distintas tareas, pero la mayoría son obreros de la construcción en una sociedad acostumbrada al segmento ABC1 y de clase media que, no por casualidad, evita vivir en Ostende.
Cada año, para concretar sus tres días de celebración a la naturaleza, deben pedir permisos en las secretarías de turismo (encabezada por el candidato a intendente, Juan Ibarguren), tránsito y cultura. “Tratamos de estar bien con todos los gobiernos, sean del signo que sean. No tenemos una inclinación específica. No queremos que nos identifiquen con un partido o una persona. Con (Martín) Yeza, tenemos cercanía y coordinamos”.
Sin embargo, quitando cualquier responsabilidad al equipo de gobierno comunal, Calizaya no deja de hacer notar que “por algún motivo especial (asegura desconocerlos), sabemos que algunas personas se sienten incómodos y les molestan nuestras costumbres y apariencias”.
Mide sus palabras. Señala que el evento de la Pachamama genera un flujo económico “extra”. Indica que es su aspiración que se incorporen delegaciones de Salta y Jujuy y se promocione turísticamente el alegre espectáculo, con canciones con letras en quechua.

Asegura que los padres y abuelos inculcan a los jóvenes el amor por la tierra, los antepasados, las tradiciones y costumbres. Lo que no impide, aclaró, que algunos se vayan “argentinizando”.
Pese a las dificultades mencionadas, el arraigo es cada vez más firme. Rinden culto a los frutos que sacan de las entrañas de la madre tierra y reprueban, como los ecologistas, el accionar dañino de la mano del hombre, que se traduce en cambios climáticos y catástrofes.
Relata una infancia de pobreza junto con siete hermanos que apenas tenían para comer. Menciona además que tuvo problemas de salud y se curó con hiervas y sahumerios, que ahora ofrece a quienes padecen algún trastorno.
Desafecta a todo lo que produzca contaminación, confiesa sus aspiraciones: “Queremos progresar, poder pertenecer a esta sociedad; nuestros hijos estudian aquí y están dispuestos a ocupar cargos y trabajar por el bien común…nos gustaría más tolerancia y colaboración”.
En este punto, informa que el vivero municipal proveyó plantas y flores y el municipio con los baños químicos. En este último caso, hubo algunos entuertos que solucionar. En años anteriores había proveedores que aumentaban artificialmente los precios. En 2023, ellos se encargaron de la tarea a través de un subsidio.
Vilma Calizaya, de 45 años, entiende la complejidad del momento político de la Argentina y el mundo. No se resigna a “tanta oposición desmedida” cuando se pretende llevar adelante algún proyecto.
“Pasa en todos lados – razona -, nos falta a todos un mejor manejo de los bienes económicos y de las instituciones”.


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