¿Por sí o por no? Los preconceptos de potenciales votantes – no todos, pues en este pronombre indefinido está la clave de quién será el próximo presidente democrático entre 2023 y 2027 -, ya saben que harán el domingo 19 de noviembre. Pero, al margen de las chicanas y algún que otro “carpetazo”-, hubo diferencias de estatura en las ideas y los gestos, que dejaron anoche un claro ganador: entre el oficialista Sergio Massa – remozado bajo otra piel, aunque no muy distinta de la que uso cuando quiso construir la ancha avenida del medio junto con Margarita Stolbizer -, y el desafiante de la “anticasta ladrona, corrupta, delincuente…”, Javier Milei.
La complejidad del barreal en la que está sumergida la Argentina no oscureció el hecho – con compatriotas de a pie que tienen sus virtudes y sus defectos y no son inocentes, porque inclinan la balanza al elegir a las autoridades -, de que se enfrentaran dos modelos. A uno se lo podría de tildar de populista, con sesgo industrialista nacional, cuyo aspirante bailoteó varios rounds como Mohamed Alí; el otro, libremercadista y aperturista total (aunque se negó a ser comparado con el dictatorial dúo Martínez de Hoz-Videla), que esta vez habló de reformas graduales, de primera, segunda y tercera generación. Sin embargo, terminó cayendo en el elogio de Margaret Thatcher (la ex primer británica considerada sin tapujos como “enemiga” por su adversario), en su alineamiento incondicional con Estados Unidos e Israel. Además, evidenció la falta de conocimientos en el manejo de la botonera estatal y mostró desprecio por líderes “comunistas” como los que – señaló -. ejeren hoy el mando en Brasil y China, dos de los principales socios comerciales del país.
Massa le hizo notar a Milei – quien, en algún momento dado, le reprochó a la vez al tigrense no “haber aprendido nada de lo que te enseñé” -, que lo habían “dejado solo” (sus nuevos aliados del PRO). Logró arrinconarlo contra las cuerdas, quitándole corriente a la motosierra. Mencionó Vaca Muerta, los subsidios, la dolarización y la eliminación del Banco Central. Astuto, el candidato de Unión por la Patria (sustituto del fracasado Frente de Todos, algo que Milei no resaltó), reveló que Milei actua por rencor personal, porque en su juventud no le habían renovado una pasantía (“Te sentiste rechazado y por eso querés destruirlo”, expresó).
Solo en la segunda parte del debate, Milei sacó a relucir los números negativos de las gestiones del peronismo en el presente siglo. En general, actuó a la defensiva. “No me vas a condicionar”, lanzó, pero entró en el juego de poner la cara, ante los golpes de avispa de Massa. Este entrenó (con asesores brasileños y periodistas del interior); el otro mantuvo su estilo espontáneo, creído de que Juntos de Macri y Patricia Bullrich, no lo condicionará, sino que apenas lo ayudará a fiscalizar para enterrar al kirchnerismo. No habló de futuros cargos.
Massa apostó al diálogo y al consenso; a lograr acuerdos en por lo menos 10 puntos, respetando a los que piensan distinto; Milei, a salir de “100 años de decadencia sin terminar defaulteando siempre”. En un instante, se crispó y con los dientes apretados llamó “delincuente” a un impertérrito Massa, quien lo invitó ir a los tribunales si tenía que imputarle alguna imputacion concreta.
“Si fueras Pinocho, ya me hubieras pinchado el ojo”, reaccionó el “León”, ante los zarpazos del “Tigre”. Milei endilgó a Massa beneficiar a “empresarios amigos prebendarios”. El ministro, trató de pinchar su relación con Eduardo Eurnekián y sacó a relucir que haya llamado “maligno” al papa Francisco, algo por lo que los curas villeros, basados en la paz, se pusieron en pie de guerra. El dirigente de LLA dijo que hizo llegar sus disculpas por privado a El Vaticano. Incomprobable.
Entre reproches mutuos, Massa le reclamó a Milei dejar atrás la grieta entre Cristina Kirchner y Mauricio Macri. “Esto es entre vos y yo”, dijo en clave de porvenir, donde los entreveros son mayúsculos y los cándidos escasean.
¿Temor? Una y otra vez Massa hizo notar lo “desgraciada” que sería una gestión del libertario. Las AFJP, algo que no está hoy en la mesa de la discusión, fueron defendidas por Milei, por ese entonces promotor de la jubilación privada. Con tesitura avezada, “el mago Copperfield” (según el analista Carlos Fara), lo acusó de promover a la Argentina como “una guarida fiscal” y tener familiares con dinero y propiedades en los Estados Unidos.
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Cuándo se habla tanto de la influencia del CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto, oportuno es leer lo que escribió en su columna de ayer el secretario general del diario, Ricardo Kircshbaum. Que cada uno saque conclusiones.
Sin hilar un discurso compacto, Milei refirió que el “ajuste” hay que empezar a hacerlo con los políticos y empleados que viven del Estado y dejar manos libres para la actividad privada. Agregó que no la obstaculizará para que negocien, por caso, con Brasil, China e India. “No conocés la función del Estado”, ironizó Massa, y destacó la importancia del acuerdo con el Mercosur y el nivel de relación con esos colosos.
Massa insistió en sus contactos con gobernadores e intendentes, tanto peronistas como radicales y de Juntos por el Cambio (no faltó el elogio a Horacio Rodríguez Larreta ni a Rogelio Frigerio). Le endilgó a su adversario tener “una mirada despectiva hacia las mujeres” y un ánimo destructivo con las PyMes.
“Opinás sobre lo que no sabés. Bajaremos el gasto público y quitaremos regulaciones para ser más competitivos”, retrucó Milei y destacó el convenio laboral de los obreros de la construcción (UOCRA), como punto de referencia para manejarse con los gremios y la flexibilidad laboral. Sorprendió al rescatar las medidas de seguridad adoptadas del rival en su paso por la intendencia de Tigre.
Massa, con una visión más globalizadora y multipolar de “un mundo convulsionado”, dijo que su misión será “vender trabajo argentino”, apoyado en los alimentos y la energía, con el cambio climático como eje central. Milei ahondó con el aperturismo del comercio internacional, sin interferencias estatal. Dijo que el Mercosur está “estancado” por los “estorbos” que sufre con el actual sistema.
La discusión discurrió por esos carriles, con una parte técnica en la segunda parte, donde la vibración del combate cayó, aún con chispazos que mantuvieron la atención.
Hubo algunas coincidencias, como se dijo, en materia de seguridad, pero Milei depositó fichas en su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, quien fue la que más se expuso ante los medios en defensa de su política de derechos humanos (refractaria al «Nunca más», como fue concebido) y en desnudar las falencias del “kirchnerismo”.
Massa, en este punto, le sugirió con vehemencia a Milei no seguir mirando atrás, ni manejarse por “ideologías o caprichos, sino por el interés nacional”.
La pregunta final para los dos, fue para que quieren ser presidente. Para que regrese la movilidad ascendente, sin grietas, con consensos, desterrando las asimetrías, en un camino sin violencias, odios y daño, sintetizó Massa. Se mostró seguro que se superará la actual grave crisis y vendrá una etapa de crecimiento. Cumplió el papel de opositor. Un rasgo peronista.
Según Milei, pretende la llave de la Rosada para salir de la “decadencia”, en especial de los últimos 40 años (los de la democracia), que generó “más miserables, más pobres e indigentes”. Indicó que una meta es reducir la inflación, dejando de sostener a “una clase parasitaria, chorra y corrupta”. Volviendo a soltarse, llamó a votar “sin miedo, por un modelo que enfrente al status quo. ¡Por una Argentina liberal! ¡Viva la libertad, carajo!”. Una señal de outsider que canaliza bronca y antiperonismo.


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