Un pantallazo sobre la vida en el Imperio Romano – con su libertinaje sexual y la atmósfera de intriga y traiciones que en mucho se asemeja a lo que ocurre en el violento mundo de hoy -, dio la escritora cordobesa Viviana Rivero, al presentar su nuevo libro “Apia, de Roma”, en Mar del Plata y Pinamar.
Dejando atrás su profesión de abogada litigante, la afable y entradora Rivero, explicó a la audiencia, que en la antigua Roma había lo que en la actualidad se conoce como grafiteros que escribían y pintaban en las paredes de la ciudad sus ideas políticas. “A Octavio le queda grande la corona”, recitaba una de ellas.
Entrevistada por Nino Ramella, bajo la supervisión de Marcelo Franganillo (ambos de la editorial Planeta, organizadora del ciclo), señaló que el romano le daba más importancia a ser ciudadano y dejaba en un segundo plano al amor entre las personas y a la familia. “Estaba orgulloso de sus instituciones y leyes y se consideraba superior a otros pueblos bárbaros”, a los que sometía a esclavitud.
El relato apasionante del libro tiene sus secretos. Se centra en la vida de Apia, y colateralmente en la de Cleopatra, ambas “mujeres fuertes”, que logran sobreponerse a un clima de sometimiento de la época y maniobran para cumplir sus propósitos. Era un ciclo en el que, obviamente, las cuestiones de género no estaban en el tapete.

Rivero contó incluso que discutió con su editora, que quiso imponerle que Apia había sido violentada a los 14 años. Hubo que hacer una aclaración en la obra para no molestar a los lectores españoles.
“Apia no se sintió violada en su noche de bodas. Empezó un camino para ser matrona, en el marco de una cultura, donde la esposa estaba obligada a tener relaciones sexuales. Era lo normal”, señaló.
Julio César, esposo de Cleopatra, la reina de Egipcio, fue asesinado por varios senadores que uno a uno le fueron clavando una daga. Entre ellos estaba el padre de Apia, quien se negó a participar de la conspiración y retornó a su casa para preservar a Apia, casándola a los 14 años con un comerciante. Luego de la muerte de éste, convertida en una mujer de 23 años, Apia se dedicó a los negocios y fundó un banco de manera ilegal, ya que por ese entonces las mujeres no gozaban de capacidad jurídica alguna.
Autora de estudios que involucran a la Guerra Civil Española, la Revolución de Cuba y el conflicto de Siria, Rivero concluyó que su nuevo libro tiene “un alma” que consiste “en gobernar lo que se puede gobernar. Si una puerta se cierra, hay que mirar para otro lado…dejar fluir…no intentar parar con las manos una catarata de agua”.
Tanto Apia como Cleopatra (educadas para “no quebrarse”), se movían con soltura. La bella egipcia, luego del asesinato de Julio César, se casó con Marco Antonio (amante y sobrino del anterior), para que su territorio no fuera tocado por los romanos y mantuviese la independencia.
Apia paso de ser inflexible a más permeable en materia sentimental, luego de la muerte de su esposo, a diferencia de Cleopatra.
El texto de más de 600 páginas no oculta la manera de vivir de los romanos, practicantes de “un sexo desenfrenado, donde nada estaba mal visto ni prohibido”. Según la autora, eran unos “adelantados” y una de las cosas que no se permitían era ser “dominados”.
En una breve mirada política, Rivero valorizó el papel de la República dentro del Imperio. «Había muchas cabezas al mando del Gobierno, algo sabio, pues se recelaban y cuidaban mediante alianzas, como debería ocurrir ahora con el Congreso”, arriesgó.
La charla fue riquísima y este es un extracto escuálido. “Si bien las mujeres no encaraban una lucha de género en Roma, porque no tenían derechos, demostraban un espíritu rebelde, en una sociedad mucho más civilizada que otras en esos tiempos”, explicó.


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