Al león, en la plenitud de sus fuerzas, son pocos los que se le atreven en la selva. Hasta se festejan errores, nimios y groseros. El «rey» Javier Milei, autoinvestido del misticismo bíblico, se vanagloria de tener las manos libres: limpias y con las uñas cortas, como repetían los socialistas. Meterse con la «casta» le dio frutos, pero su ajuste brutal en los sectores de clase media y los más vulnerables, le acumula enconos en contra. Tiene a favor, que no apareció otro cuadrúpedo con melena más joven. Sí irrumpieron en escena, los estudiantes universitarios, en un país con larga tradición educativa libre, laica y gratuita que – debe reconcerse -, hoy sufre el desgaste de los años. ¿No, Fredi Storani?
Para no teorizar, el cocinero de Humanidad, expondrá los ingredientes que un viejo militante de la exUCeDé (de los Alsogaray, arropados por los militares y Carlos Menem), extrajó de los 70 minutos de la exposición (a lo Alfredo Casero), de Milei en la Fundación Libertad, el lunes por la noche. Fue allí, donde el colega uruguayo Luis Lacalle Pou, rescató el valor del Estado y los partidos políticos, con espíritu republicano, desde una visión de derecha.
Según el interlocutor, Milei demostró falta de tacto y vulgaridad. La clase que quiso impartir sobre el dinero se basó en varias falsedades.
Recibió tibios aplausos – cortos, dispersos – en cuestiones de una obviedad palmaria, como la dieta que se aprobaron los senadores, que levantó hasta la queja del papa Francisco, como lo hizo saber el arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva, noticia también destacada por Humanidad.
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«Habló en exceso, groseramente. Los trolls que siguen las órdenes de su Rasputín (Santiago Caputo) deberían revisar los manuales de historia. No todo es casta. Esa noche asomó La Locura Avanza (LLA). La suerte sola no alcanza», recitó el confidente, revalidando la teoría de Maquiavelo. Un clásico principesco de todos los tiempos.
Bostezando, un empresario que lo votó, preguntó al interlocutor del portal: «¡¿De qué carajos habla este tipo?! Tendría que explicar dónde va y, por añadidura, dónde vamos».
No hay que apresurarse con las conclusiones. Sería imprudente copiar a quien como Enrique «Pepe» Albistur, comiendo «pochoclos» frente a cámara, hizo un vaticinio tremendista en la Costa Atlántica, el verano pasado.
«Habló – opinó el asistente a la reunión de la Fundación Libertad -, de su Gobierno casi defensivamente, como contando lo que hacía al final del mandato».
La gestión no llega todavía a su quinto mes, con el Congreso parado de manos y la Corte observando lo que pasa. La democracia es imperfecta. Muy, podría agregar alguno (con ejemplos patéticos en otros lugares del planeta) sobre la que está vigente desde el 10 de diciembre de 1983. No hay visos, para Milei, de imponer un cambio radical por la fuerza.


Milei no es el producto de la cultura libertaria de los argentinos. Es más: la mayoría -yo entre ellos- no sabemos qué es ser libertario. De lo que sí estoy seguro es que ni bien ganó le entregó el poder al macrismo duro y pareciese que su objetivo es mostrar resultados macroeconómicos sin importar sus consecuencias. Nadie puede negar que la situación que heredó era insostenible de la misma manera que gobernar cuatro años no es solo llegar a una inflación decorable y no tener déficit fiscal. La casta como palabra de campaña fue un éxito pero en la práctica fueron jubilados y trabajadores.