La literatura contemporánea perdió a uno de sus grandes exponentes. Paul Auster, autor de renombre internacional, murió ayer en Brooklym a los 77 años. El escritor falleció rodeado de su familia, junto a su esposa, la reconocida escritora y ensayista Siri Hustvedt y su hija, la cantante Sophie Auster. Entre una producción vasta de ensayo, poesía y cuento, La invención de la soledad y 4 3 2 1 son algunas de sus obras maestras.
«La contribución al mundo de las letras de Auster ha sido destacada desde comienzos de la década del 80. El escritor, reconocido por su capacidad para crear narrativas complejas y personajes memorables, dejó un legado literario que perdura. Sus obras, que exploran temas como la identidad, la soledad y la paternidad, marcaron a generaciones de lectores en Argentina y en todo el mundo.
Como homanaje, Humanidad, reproduce el comienzo de su novela «Invisible»:
Le estreché la mano por primera vez en la primavera de 1967. Por entonces yo era un estudiante de segundo curso en Columbia, un muchacho sin formar con ansia de libros y la creencia (o ilusión) de que algún día tendría las suficientes cualidades para considerarme poeta, y como leía poemas, ya conocía a su tocayo del infierno Dante, un muerto que iba arrastrando los pies por los últimos versos del canto veintiocho del Inferno, Bertrand de Born, el poeta provezal del siglo XII, que llevaba cogida del pelo su cabeza cortada, haciéndola oscilar de un lado a otro como un farol: sin duda una de las imágenes más grotescas de ese extenso catálogo de alucionaciones y tormentos.
Dante era un defensor incondicional de los escritos de De Born, pero lo redujo a la condenación eterna por haber aconsejado al principe Enrique que se rebelara contra su padre, el rey Enrique II, y como el poeta originó la división entre padre e hijo, convirtiéndolos en enemigos, el ingenioso castigo de Dante fue dividirlo a él mismo.
De ahí el cuerpo decapitado que va gimiendo por el inframundo, preguntando al viajero florentino si puede haber dolor más terrible que el suyo«-
A continuación, algunas frases recordadas de sus libros.
- “Un libro no acabará con la guerra ni podrá alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y, a veces, cambiarlas”.
- “No una verdad científica, quizá, no una verdad verificable, sino una verdad emocional, que a la larga es lo único que cuenta”.
- “Todo puede cambiar en cualquier momento, de repente y para siempre”.
- “La muerte no es el único verdadero árbitro de la felicidad, sino que es la única medida por la cual podemos juzgar la vida misma”.
- “Las mejores amistades, las más duraderas, se basan en la admiración”.
- “El que confía en imbéciles, termina comportándose como un imbécil”.
- “El miedo a la muerte, que en el fondo no es probablemente distinto de decir: miedo a vivir”.
- “Si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia”.
- “Necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como el comer, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas”.
- “Probablemente, no exista mayor logro humano que merecer amor al final” (Diario de invierno)
- “Yo creo que hay decisiones que nunca habría que verse forzado a tomar, elecciones que dejan una carga demasiado grande en la conciencia” (El país de las últimas cosas).
- “Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me tomó en el aire. Ese algo es lo que defino como amor” (El palacio de la luna).
- “Leer era mi válvula de escape, mi desahogo y mi consuelo, mi estimulante preferido: leer por puro placer, por la hermosa quietud que te envuelve cuando resuenan en la cabeza las palabras de un autor” (Brooklyn Follies).


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