Por Mara Paganetti
En mi breve estadía en Ecuador, de poco más de dos semanas durante las fiestas del 2024, ocurrió una tragedia horrible. Los militares secuestraron – según informó en detalle la BBC -, a cuatro niños en Guayaquil, el 8 de diciembre. Ismael y Josué salieron a jugar a la pelota y nunca más regresaron. Se les perdió el rastro, junto con otros dos menores de edad, Nehemías Arboleda, de 15 años, y Steven Medina, de 11, tras ser detenidos por una patrulla del ejército en la zona popular conocida como Las Malvinas.
Se los llamó «Los 4 de Guayaquil». Sus cuerpos fueron hallados cerca de un cantón militar en Taura el 24 de diciembre: incinerados, desfigurados y mutilados. Sí, fueron torturados y asesinados a manos de un brazo del Estado.
No es la primera vez que sucede un caso así en Ecuador. Al igual que en toda Latinoamérica, hay personas desaparecidas por fuerzas armadas en distintas dictaduras o, incluso, en tiempos democráticos.
El 8 de enero tuve la posibilidad de poder ir a ver en la Cinemateca Nacional de Ecuador, en Quito, el documental «Con mi corazón en Yambo». Fue hecho por María Fernanda Restrepo, quien perdió a sus hermanos el 8 de enero de 1988: Carlos Santiago de 17 años y Pedro Andrés (apodado Nené) de 14.
De forma similar a los niños de Guayaquil, los secuestró la policía, los torturó y los asesinó. Un agente involucrado, confesó años más tarde que los tiraron a la laguna de Yambo. Pero después de más de 20 años de búsqueda no encontraron sus cuerpos.
El documental se estrenó en 2011. Y, año tras año, lo reproducen en la sala donde estuve en la fecha de la desaparición. Al final de la película, Restrepo comienza una charla con el público.
Me impactó cuando un niño de unos 8 o 10 años junto a su mamá, le pregunto a María Fernanda, de dónde sacaba la fuerza para poder enfrentarse a los asesinos de sus hermanos. Ella contestó que lo hacía desde el amor, en mancomunión con familiares. Su papá, Pedro Restrepo, se mantuvo activo por esa noble causa hasta su muerte.
Lucharon 37 años buscando la verdad y la justicia. Y seguirán adelante. Al igual que las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, mencionadas varias veces en la película, Pedro iba todos los miércoles a la plaza central del Quito, con su bandera con la foto de sus hijos, para mantener viva la memoria. Falleció el pasado 24 de diciembre, el mismo mismo día en que aparecieron los cadáveres de los cuatro niños de Guayaquil.
«Desde ese amor luchamos, no desde la violencia y la venganza. Esta lucha no habría durado ni un día si nos hubiésemos manchado las manos de sangre como los mismos asesinos», dijo María Fernanda.
Fue muy fuerte la escena cuando Fernanda pudo ver frente a frente a los culpables en una pequeña habitación en la que los entrevistó y ellos negaron rotundamente su responsabilidad.
También cuando se encontró de casualidad con la subteniente Doris Morán y su madre Aida Morán, quienes eran las delegadas de notificar a la familia sobre el paradero de los hermanos. Ambas les mentían año tras año: les decían que estaban bien y les daban falsas esperanzas. Hasta llegaron a insinuar que los niños estaban involucrados en la guerrilla.
Cuando Fernanda las encaró, las Morán se hicieron totalmente las desentendidas. Hasta cambiaron la identidad. Una negación descarada.
Un importante paréntesis de contextualización: en aquella época había una fuerte xenofobia hacia los colombianos, tachados como terroristas. El padre de los niños era de esta nacionalidad.
Un caso realmente desgarrador. Los hermanos Restrepo son un símbolo: representando a tantas criaturas y personas que se esfuman en la entretela del poder, hasta en períodos donde supuestamente hay garantías constitucionales.
La humanidad tiene demasiado que aprender y remendar. No dejar de luchar, y lograr que no se repitan estas historias nefastas.
Nunca más.
Memoria, verdad y justicia.
- Imagen destacada: Expresiones de dolor visibles a las afueras de la fiscalía de Ecuador después de que se confirmara la identidad de los cuerpos, a fin de año.


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