Por Diana Baccaro (Clarín)
Cada verano, ella está ahí, sentada frente al piano, como queriéndonos recordar su trágica historia. Quienes visitan el Viejo Hotel Ostende escuchan una y otra vez el relato sobre “la mujer más hermosa de la República”, como sostenía el poeta Carlos Guido Spano. Y los que miran fijo la estatua de Felicitas Guerrero frente al piano, en el bar del subsuelo del histórico alojamiento, tendrán que creerle. Porque además de bella, Felicitas nos recuerda que fue la primera víctima de femicidio documentado en el país. Palabra que hoy el Gobierno intenta poner dentro del universo de la «cultura woke»: ya prepara un proyecto de ley para modificar el Código Penal y eliminar esa figura.
En 1862, con apenas 18 años y cuando comenzaba a brillar en los salones de la sociedad porteña, Felicitas fue obligada a casarse con el millonario Martín de Alzaga, de 50 años. A partir de allí se sucederían las situaciones trágicas que marcaron su vida: la muerte repentina de su esposo, la fortuna heredada (campos en la Costa Atlántica) y varios galanes que no tardaron en festejarla. Ella eligió a uno. Y otro, ofendido, la asesinó. “Te daré una y mil veces la muerte”, le prometió. Por entonces no existía la palabra femicidio, pero así quedó en la historia.
Como también quedó en la historia la figura de Diana Russell, nacida en Sudáfrica, una luchadora contra el apartheid y la violencia contra las mujeres. Cuando murió, en 2020, dijo que su mayor logro había sido popularizar el término “femicidio”. Lo había pronunciado en Bruselas, en los años ’70, frente a Simone de Beauvoir: “Desde la quema de brujas en el pasado, hasta la más reciente y extendida costumbre del infanticidio femenino en muchas sociedades, pasando por el asesinato de mujeres por el llamado honor, nos damos cuenta de que el femicidio ha estado ocurriendo durante mucho tiempo”.
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Convertida en heredera de extensiones de campos en la zona de Pinamar, la trágica historia de Felicitas Guerrero, es rescatada por Agustina Parise. Obligada a casarse a los 18 años con un hombre de 50, terminó asesinada por el tío abuelo de Victoria Ocampo.
En la Argentina, se lo usó por primera vez en un fallo hace 15 años. Y se lo nombró como “tentativa de femicidio”. Fue por un hecho de agosto de 2010, cuando Javier Weber, disfrazado con peluca y bastón, fue hasta la puerta de la escuela Manuela Pedraza, en Palermo, y baleó a su esposa delante de sus hijas: “Te dije que te iba a matar, hija de puta”. Corina Fernández se salvó de milagro.
La figura del femicidio se incorporó al Código Penal en 2013 y recién en 2015, la Corte Suprema dejó firme una sentencia por ese delito. Con prisión perpetua para Francisco Quiroga por haber asesinado a su mujer, María Valdez, madre de sus dos hijos. Los jueces probaron que previamente al crimen existió un claro contexto de violencia de género.
Más tarde llegaron otras condenas, como la de Jorge Mangeri, el encargado del edificio de la calle Ravignani 2360, en Palermo. Mató a Ángeles Rawson, de 16 años, mientras intentaba violarla. Luego tiró su cuerpo a la basura. Si no hubiese sido condenado por femicidio a prisión perpetua tal vez ya estaría con salidas transitorias. ¿En serio vamos a retroceder más de un siglo?
- Imagen destacada: Estatua de Felicitas Guerro en El Viejo Hotel Ostende


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