Opinión Política

Kicillof y Cristina tratan de que la herida en el kirchnerismo bonaerense no sea una catástrofe

Lo que sucede en la Argentina no solo depende del Gobierno libertario. Es Milei y sus circunstancias. Carlos Pagni, en este tramo, se concentra en el pleito que tiene enredados a Cristina y el gobernador Kicillof en el principal distrito del país.

Por Carlos Pagni (La Nación)

La fractura en la provincia de Buenos Aires, entre Axel Kicillof y Cristina Kirchner, puede disparar una revolución política. Sobre el proceso irrefrenable de segmentación que presenta la política nacional se está verificando un caso de primera magnitud: la fractura del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. 

No es un quiebre provocado por la diversidad, como pudo haber sido el que separó a los Kirchner de sus padrinos, los Duhalde, en 2005. O como el que llevó a Antonio Cafiero a salir del PJ y competir contra Herminio Iglesias en 1985. Ahora el conflicto es dentro de la misma familia ideológica: es imposible, al menos hasta ahora, identificar cuáles son las diferencias conceptuales de Axel Kicillof con la señora de Kirchner.

El gobernador no piensa distinto. Quiere lo mismo. La discusión en estas horas se centra en cómo acotar los daños de esa pelea. Es decir, cómo conseguir que la herida no se profundice hasta volverse catastrófica. El peronismo fue creado para el conurbano bonaerense. Allí está su principal base de poder. Allí se encuentra su cantera electoral. Ese activo permitió a Néstor y Cristina Kirchner controlar al partido por más de 20 años. Esa plataforma se partió. La expresidenta está intentando en estas horas mantener unidos los fragmentos de algo que ya está roto.

El pegamento para mantener junto lo que ya se separó es el sistema electoral. Kicillof adelantó los comicios provinciales para dejar a los candidatos al Congreso desprovistos del potencial de movilización del aparato clientelar del conurbano.

Los futuros integrantes de la Legislatura bonaerense se elegirán el 7 de septiembre. Los de la Cámara de Diputados de la Nación, el 26 de octubre. Al mismo tiempo, a fin de evitar a los vecinos la molestia de concurrir tres veces a las urnas, el gobernador envió al Senado de la provincia un proyecto de ley para suspender las PASO. La aprobación de esa iniciativa agravaría las decisiones que Kicillof ya adoptó. Porque los postulantes de la expresidenta y los postulantes que se identifican con él irían en listas separadas. La división sería definitiva y facilitaría el triunfo de una tercera fuerza. El tecnicismo del método electoral puede cobijar, entonces, una revolución política.

Larroque desnudó a Máximo. Camporismo es pasado

El martes Máximo Kirchner y su inconstante aliado Sergio Massa trataron de impedir que se deroguen las PASO. Si tenían dudas sobre la ventaja de hacerlo, los terminó de convencer Emilio Monzó, un experto en estos misterios técnicos del poder. Monzó conversó con Máximo en el recinto de Diputados y le explicó: “Si quieren mantener el partido unido tienen que conservar las PASO. Compiten ahí con las listas de Kicillof, pero todo converge a una oferta única”.

Es posible que muchos intendentes del PJ coincidan con Monzó: con un kirchnerismo dividido es más fácil que triunfe una tercera fuerza. Esta lógica pide a gritos una cita de aquel tratado sobre Las leyes fundamentales de la estupidez humana de Carlo Cipolla, que tanto divierte a la expresidenta. En este caso aplica la quinta ley: la de aquel que, queriendo perjudicar a otro no logra hacerlo, pero termina dañándose a sí mismo. El riesgo que corre Kicillof adelantando las elecciones provinciales y, en especial, suspendiendo las primarias, es que su fuerza sea derrotada. Sin considerar otro perjuicio: que su eventual candidatura presidencial quede disminuida en su propio territorio por la división del kirchnerismo, donde él milita. Se relame Massa, quien no sepultó su sueño de llegar a la Casa Rosada.

La estrategia del gobernador enfrenta un obstáculo más inmediato, que advierte su vice, Verónica Magario, desde la presidencia del Senado provincial. Si ella se propusiera aprobar la ley de suspensión de las PASO, sólo contaría con 4 legisladores peronistas. El resto de los votos tendría que conseguirlos en la oposición. Cristina Kirchner controla, a través de Teresa García, 17 senadores. Quiere decir que para alcanzar su objetivo Kicillof debería quebrar el bloque del PJ en la Cámara alta. Y a partir de allí tendría otro problema: carece de los diputados que se necesitan para sancionar el texto en la otra cámara. Más Cipolla.

Lo más probable, entonces, es que los bonaerenses deban ir a votar en tres oportunidades este año. En dos de ellas lo harán por legisladores provinciales, concejales municipales y consejeros escolares. Habrá que estimular mucho la imaginación para entusiasmarlos. Aparece aquí otro peligro: que la logística de esos comicios sea escandalosa. Nunca en la provincia se organizaron elecciones separadas de las nacionales, lo que significa, por ejemplo, que nunca la Policía Bonaerense estuvo a cargo de la custodia y el traslado de las urnas. El otro riesgo es que el resultado, sobre todo en las primarias, sea impugnado por alguna de las partes. Son pesadillas que ya atormentan a la Justicia provincial.

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