Psicología Reflexión

Conocerse en la incomodidad de las proyecciones eróticas

La analista junguiana Melik-Akhazarova habla del Anima y Animus, conceptos que esclarecerá con ejemplos concretos, muy mundanos y útiles para reflexionar sobre el por qué sentimos lo que sentimos cuando alguien nos atrae.

Por Kamala Melik-Akhazarova

[…] Anima y Animus se relacionan más fácilmente con los encuentros eróticos y las parejas, e inspiran la imaginación creativa y artística. En las relaciones, se proyectan fácilmente a las parejas potenciales que nos atraen inconscientemente; por lo tanto, la dificultad llega cuando las proyecciones se reducen y se desvanecen, y los individuos se reconsideran a la luz de la realidad.

Lo esperanzador de este momento es que, a través de este contacto con su propia profundidad inconsciente, el individuo (mediante el arquetipo Anima/Animus) emerge de las ilusiones proyectivas enriquecido y con un espectro consciente más amplio de experiencias. Por supuesto, este proceso es mucho más fácil si la experiencia de tales relaciones fue mayormente positiva y de desarrollo que negativa y defensiva.

Proyecciones enmascaradas en bendiciones repentinas

En los sueños, el arquetipo Anima/Animus se manifiesta en figuras de desconocidos muy atractivos que nos invitan a viajar a lo desconocido. La presencia de estas imágenes arquetípicas se percibe por su efecto repentino y cautivador, y por una sensación de bendición o despertar, como le ocurrió a Dante cuando vio a su Beatriz…

Los ejemplos abundan también en los tiempos modernos:

Una mujer casada de mediana edad, científica, académica y ambiciosa, viaja al extranjero para asistir a un seminario profesional. Ansiosa y emocionada a la vez; piensa en su presentación e imagina su éxito. En el avión, se sienta junto a un hombre modesto y tímido que apenas le habla, pero las pocas frases que pronuncia describiendo su reciente y largo viaje en bicicleta y su admiración por la naturaleza le evocan una profunda resonancia y el recuerdo de sus viajes de infancia al campo vecino, imágenes del río y el bosque que tanto echa de menos en su vida moderna. La sinceridad y serenidad de este contacto le evocan un profundo anhelo de relaciones emocionales más auténticas, y tristeza. Al día siguiente, llora al darse cuenta de repente de lo lejos que está de sí misma, de lo lejos que está de algo vivo y cálido, de las sencillas alegrías de la vida y de aquellos a quienes amaba, pero con quienes, de alguna manera, no podía conectar emocionalmente, abrumada por sus ambiciones profesionales. Ni siquiera se percata de todo lo que era tan significativo para ella hace apenas unos días: la vanidad del congreso internacional al que asiste, el deseo de demostrar su propia brillantez, los animados debates… No falla en su presentación, pero está lejos de ser tan impresionante como de costumbre. Al regresar a casa, está sumida en la melancolía y sus seres queridos están preocupados por su estado depresivo… con el tiempo, sin embargo, se encuentra profundamente involucrada en la jardinería y, poco a poco, esta nueva faceta de su vida crea una nueva red de amigos y personas afines. Los descubrimientos que surgen a través de sus nuevas contemplaciones cotidianas la llevan a un nuevo sentido de lo que es valioso; su relación con sus hijos y su esposo se vuelve emocionalmente más relevante para ella y su mente científica se dirige a la conciencia de la ecología y el medio ambiente.

Aquí una mujer moderna, intelectual y socialmente hiperactiva –en un estado que podríamos considerar como absorbido por un rol social casi masculino– redescubre su alma en un breve pero significativo intercambio con un extraño, que en este ejemplo es portador de una imagen de su Animus, con cuya ayuda ella regresa a sus valores internos y al lado sensible, profundo, emocional, poético y contemplativo de su individualidad: el lado de ella en el que todavía hay mucho por explorar y en el que reside su capacidad de esforzarse por alcanzar principios y valores internos profundamente arraigados.

Un hombre de cuarenta y tantos años, un profesional competente con una sólida posición en un banco, es práctico, optimista y algo cínico… Niega la importancia de las relaciones afectivas y de su propia profunda soledad, creyendo que lo que realmente busca son contactos sociales superficiales y que su perro es su único amigo verdadero. No confía en nadie ni necesita a nadie.

Una noche, en un sueño, ve una reunión de sus antiguos compañeros de escuela. Esta fiesta no es aburrida como las fiestas a las que suele asistir, sino llena de alegres intercambios como las fiestas de su juventud de antaño. Entre los invitados, ve a una mujer delgada y pálida, bailando bajo la suave luz del atardecer. Se conmueve hasta las lágrimas y lo sorprende su reacción al ver a la mujer. Durante varios días no puede olvidar el sueño ni la imagen del baile lento que lo atrae a un lugar desconocido. Una semana después del sueño, descubre que la recepcionista de un hotel junto al mar, donde suele ir con su perro los fines de semana, se parece a la figura de su sueño. Con cierta timidez, la invita a un café y de repente se le ocurre confesarle sus momentos más íntimos.

Sentimientos y recuerdos olvidados. Ambos notan que el mundo parecía diferente desde ese momento y que surge una nueva esperanza…

Aquí el sueño evoca el lado emocional y romántico del alma de este hombre, y la figura de una mujer bailando —imagen de su ánima— está tan cargada de sentimientos que sus habituales defensas rígidas, basadas en el cinismo, la ironía y la desconfianza, se deconstruyen. La mujer es tan misteriosa y, al mismo tiempo, tan familiar (no es sorprendente, ya que, según Jung, el hombre está mirando un retrato de su aspecto inconsciente), que no es posible olvidarla. Permanece cautivado por esta imagen mucho después de que el sueño se disipe, y así puede conectar con su propia vulnerabilidad, sensibilidad, amor y vitalidad. Surge el puente entre su ego y su yo. Esto le permite a nuestro héroe comportarse con espontaneidad en su vida cotidiana y le abre una nueva vía de comunicación interna y externa: sincera, serena y confiada.

Este artículo fue publicado en la Asociación Internacional de Psicología Analítica. Para verlo completo hacer click aquí

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