Por Norma Lafuente D’abiduria
El amor a primera vista puede confundirse con la obsesión, encontrándose el propio sujeto enamorado en contradicción. Siente un calor genuino que altera los interruptores de la razón, lo cual puede volverse peligroso. Sin embargo, lus humanus más inteligentes son aquellos que se dan cuenta y bajan la temperatura luego de haber estado en las nubes.
Quien quiso llegar alto, concretamente a 400 metros del suelo, fue el equilibrista e ilusionista francés Philippe Petit, nacido en Nemours (1949). Con 24 años, a nada más que seis días de su cumpleaños, Petit caminó sobre una cuerda floja, la cual conectaba las partes superiores de las Torres Gemelas del World Trade Center.
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Este sueño comenzó en la espera a ser atendido por un odontólogo, pocos años antes de la gran hazaña ejecutada en 1974. Sentado en la sala donde habían otros pacientes, el juglar moderno agarró una revista que le anotició sobre el proyecto de construcción de los edificios gemelos en Nueva York. Desde ese momento quedó ilusionado, y lo cuenta así:
Mi historia es un cuento de hadas. Aquí estoy, un joven de 17 años, con un diente malo en uno de esos pálidos consultorios de un dentista francés […] de repente, me quedo congelado porque he abierto un periódico en una página y veo algo magnífico, algo que me inspira. Veo dos torres y el artículo dice que un día esas torres se construirán. Ni siquiera están allí todavía. Pero cuando lo estén, se convertirán en las más altas del mundo.
Tengo que tener eso. Este pequeño comienzo tangible de mi sueño. Pero todo el mundo está mirando. No me importa, yo necesito esa página. Y así, lo que hago es, bajo la cobertura de un estornudo fingido, desprendo la página, y la pongo debajo de mi chaqueta. Al poco tiempo salgo de ese lugar. Ahora por supuesto que tendré un dolor de muelas durante una semana. Pero ¿qué es ese dolor en comparación con lo que ahora he adquirido? Sí, mi sueño.
El funámbulo se entrenó con un circense checo; caminó entre las torres de Notre Dame en 1971; y en 1973 sobre dos de las torres de alta tensión del Sydney Harbour Bridge, Australia. Se considera a sí mismo un autodidacta, y declaró que, como poeta, su sueño era «conquistar bellas etapas».

Estas ambiciosas aventuras, por más bienintencionadas, eran ilegales. Petit y su equipo tuvieron que estudiar la forma en que entrarían a las Torres Gemelas, disfrazados de obreros de la construcción, arquitectos, entre otros. La fortuna los acompañó, con el financiamiento y la casualidades necesarias.
El francés caminó entre las torres ocho veces durante 45 minutos. Hasta llegó a recostarse sobre el cable. Al bajar, él y sus colegas quedaron detenidos, lo cual no duró demasiado. Un juez dispuso cancelar los cargos si Petit ofrecía un espectáculo para niños en el Central Park.
Respecto al por qué de la vida, el mago y poeta que hizo arte con su cuerpo, aconsejaba lo siguiente:
No hay un por qué específico. Para mí, es, en realidad, algo tan simple, que la vida debe ser vivida en el borde de la vida. Hay que ejercer la rebelión, hay que negarse a adherirse uno mismo a las reglas, a rechazar nuestro propio éxito, a negarse a repetirnos a nosotros mismos. Debemos ver cada día, todos los días, todos los años, cada idea como un verdadero desafío y sólo así van a vivir su vida en la cuerda floja.


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