La «inestabilidad» en la Argentina le pareció propicia al presidente Donald Trump para utilizar como conejillo de indias al país gobernado por su aliado estratégico Javier Milei. Pretendió sin éxito aplicar una dolarización para ampliarla luego a otras partes del mundo, contó hoy el periodista Marcelo Bonelli, en Clarín.
Textualmente, lo hizo de esta forma:
«La negociación fue en el más absoluto secreto. Fue en Washington y se acentuó cuando Toto Caputo se instaló en EE.UU. durante la primera quincena de octubre.
Hubo un intento concreto para que Argentina instrumente una dolarización total de su economía. La iniciativa abortó al poco de avanzar: fue la historia de la dolarización que no fue.
La primera noticia la adelantó el Financial Times. Pero Clarin confirmó en fuentes de Washington y de Buenos Aires lo siguiente: que en esas cruciales jornadas hubo sondeos y negociación para imponer la dolarización en Argentina.
La impulsaron el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional de Washington. Ambos bajo el paraguas, y avalados, por un deseo de Donald Trump: usar a la Argentina como experimento para extender el uso del dólar en el mundo.
Pero esa movida tuvo resistencias y también la apatía de figuras claves que pusieron paños fríos al proyecto. Clarín confirmó que la Reserva Federal de Jerome Powell – enfrentado con Trump – no alentó la dolarización y mostró absoluta indiferencia: ni siquiera hizo una evaluación del tema.
El primer freno – así afirman – que apareció en esas convulsionadas jornadas fue del propio Toto Caputo. El ministro le había dicho a Scott Bessent que la “Argentina no está ahora en condiciones de dolarizar”.
Desde el inicio del Gobierno, los “Totoboys” no simpatizan con la propuesta. Por eso, la estrategia monetaria que se instrumentó fue inversa a las promesas de campaña de Javier Milei: dolarizar y explosionar al BCRA.
Para tener éxito, la “dolarización” necesita de billetes verdes. Argentina no los tiene. Hasta el propio FMI le exige aumentar las reservas. Un estudio que circula entre los banqueros más importantes de Argentina confirma la montaña de dólares necesarios para el proceso. Primero, unos US$ 30.000 millones para cubrir la base monetaria. Pero además otros US$ 60.000 millones para respaldar los depósitos en los bancos.
Después, fue el propio Bessent quien desalentó en Washington la ola dolarizadora. El jefe del Tesoro buscaba un salvataje para Argentina. Y al comienzo, en el menú de opciones, no estaba descartada la dolarización. El propio funcionario estadounidense lo admitió cuando recibió en octubre a los “Totoboys”: habló de que evaluaba “diversas opciones” para ayudar a la Argentina. Entre ellas estaba una eventual dolarización, que propiciaba el “ala política” de la Casa Blanca.
Pero Bessent frenó el exitismo trumpista. Hizo consultas técnicas y los funcionarios del Tesoro desaconsejaron avanzar en una dolarización. El FMI – que audita a la Argentina – también opinó en secreto y acompañó esa posición técnica: Argentina no está en condiciones de dolarizar.
Las dudas de Bessent, la apatía de la Reserva Federal, los cuadros técnicos del Tesoro y el FMI frustraron la operación política que impulsó la Casa Blanca. Así fue la historia íntima del proceso.
La cuestión se discutió entre el 2 y el 13 de octubre. Fue cuando Toto lideró una nutrida y hermética misión del equipo económico. Descartada la dolarización, la ayuda se orientó a algo más convencional: un salvataje financiero a través del swap de US$ 20.000. La idea –como anticipó el Financial Times– se había activado entre agosto y septiembre. Los equipos de Marco Rubio consultaron al halcón dolarizador Steve Hanke sobre Argentina.
Washington quiere profundizar las nuevas “relaciones carnales”. Ven a la Argentina con condiciones – por nuestra inestabilidad – para experimentar ese proyecto.
Por eso, el equipo político de Donad Trump se quedó mascullando bronca. Ellos tienen un programa: quieren ampliar el uso del dólar en el mundo y ven con interés la situación de Argentina y también Venezuela, si voltean a Nicolás Maduro.
Es cierto que cada día se usan menos dólares. En el 2010, los países emergentes tenían un 70% de sus reservas en dólares. Hoy bajaron al 59%. Pero la operación también tiene inconvenientes políticos. En Argentina un cambio monetario requiere una aprobación del Parlamento».


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