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Luis Artime, un diluvio de goles, apaga hoy sus 87 velitas

En un suspiro podía hacer tres goles. Apaga hoy las 87 velitas, el eximio Luis Artime. Empezó en Atlanta y brilló, entre otros, en River e Independiente. Hasta los amistosos los jugaba en serio y gritaba con alma y vida.

Por Osvaldo Pepe (Clarín)

Hoy es el cumpleaños del gol. Luis Artime, nacido en Villa Palmira, Mendoza, el 2 de diciembre de 1938, apagará 87 velitas: un buen día para sacarlo del olvido lógico que viene con el paso de los años, el tránsito de las generaciones que no lo conocieron, y la falta de registros fílmicos que lo recuerden. Quienes lo vimos jugar, allá por los finales de los 50, los 60 y el despuntar de los 70, sabemos que fue un goleador formidable, un tigre en el área, un tipo que fulminaba arqueros y defensores con esas corridas imparables que dibujaban perplejidad en los rostros rivales, quienes en fotos de época siempre parecen hablar y se adivina en sus caras la pregunta sin respuesta: “¿De dónde salió este tipo?”.

Quienes lo enfrentaron, rivales de la talla de Perfumo, Silvero, Albrecht, Anido, “Hacha Brava” Navarro (que llegó a romperle un tobillo, en 1963), por citar sólo algunos apellidos de la arqueología futbolera, pero relevantes en su hora, decían que marcarlo era una pesadilla. Que no había manera de frenarlo una vez que se mandaba a los espacios vacíos en los metros finales, donde el área quema, como poseído por ese don para “encontrarse” con las pelotas perdidas y transformarlas en goles y gritos de la multitud.

Tanto que aún en tiempos del indiscutido Rey Leo, sigue siendo el hombre gol récord de la Selección Argentina desde la década del 60 en adelante: marcó 24 en 25 encuentros, un promedio de 0,96 por partido, registro vigente hasta hoy y que no pudieron superar ni Batistuta ni Crespo ni Maradona ni el Kun Agüero ni Lautaro ni Julián... Ni el mismísimo Messi.

Y no es que sólo los hizo en las Eliminatorias Sudamericanas, entonces de muy bajo nivel competitivo en la mayoría de los equipos, salvo Brasil, Uruguay y Argentina. En el Mundial de Inglaterra (1966) marcó 3 de los 4 goles albicelestes (2 a España en el debut y uno a Suiza, que aseguró la clasificación antes de la escandalosa eliminación ante Inglaterra por 0-1 en el mítico Wembley). También anotó en una gira por Europa.

Fue cuatro veces máximo goleador en los torneos de AFA: dos con River (1962 y 1963) y dos con Independiente (1966 y Nacional 1967); y tres veces de los torneos uruguayos con Nacional de Montevideo (1969, 1970, 1971). En el campeonato paulista de 1968, con la camiseta del Palmeiras, marcó 20 goles y sólo sería superado por Pelé, con 23. En dos temporadas anotó 49 tantos en 57 encuentros.

Uno de los más grandes goleadores argentinos

En Atlanta, donde apareció apenas veinteañero, marcó 51 veces en 71 partidos; en River hizo 65 en 80; en Independiente marcó 45 en 72. En Uruguay rompió todo y fue ídolo supremo: hizo 73 en 80 partidos, salió campeón de la Libertadores y del Mundial de Clubes en 1971. En la final Intercontinental, ante el Panathinaikos, de Grecia, en partidos de ida y vuelta, marcó los tres goles consagratorios de su equipo: 1-1 de visitante y 2-1 en el Centenario. Llegó a los 348 goles en partidos oficiales. Si se contasen los amistosos y certámenes y copas no oficiales, es probable que hubiese llegado a los 500 o más.

Cuando los torneos veraniegos eran furor en el país, y él ya jugaba en el extranjero, nos regaló ráfagas de su costumbre inalterable: en 1969, en Mar del Plata, con Palmeiras aniquiló al Rapid de Viena con los cinco goles de un rotundo 5-0; y en 1970, en Montevideo, la guillotina del área se la hizo sentir sin piedad a un San Lorenzo con muchos de Los Matadores de 1968: fue un 7-2 demoledor, con cinco propios. Hasta seis minutos antes del final, era un partido peleado, un 3-2 para los uruguayos. En ese suspiro de tiempo, Artime hizo tres goles, uno cada dos minutos, que llevarían la cuenta a 6-2. Ya había hecho dos de los tres primeros. Y hubo uno más de otro argentino: Palito Mamelli.

Quien escribe jamás olvidará por más años que pasen otra de esas tempestades que desataba sin aviso. Ni una nube en el cielo y de pronto “el diluvio Artime”, una y otra vez. Memorable 16 de octubre de 1960 en Villa Crespo: Atlanta caía sin remedio contra un Racing que ya había salido campeón en 1959 y lo haría nuevamente en 1961, de esos equipos cuya formación se decía “de corrido”. El partido estaba 3-1 y sólo faltaban quince minutos. Allí pasaría todo: tres estampidas sucesivas de un pibe que por entonces asomaba, de pelo enrulado, que entraba y salía del área a la velocidad del rayo, para calvario de la defensa racinguista. No era sólo un delantero hambriento: era una fiera que presagiaba goles al acecho. Hasta que Atlanta lo ganó 4-3, con tres suyos en ese cuarto de hora de delirio.

Hoy es el día para agradecerle la alegría infantil de aquella tarde primaveral y tantas otras, en cualquier cancha, con cualquier camiseta. El señor gol cumple 87. La pucha que valió la pena verlo gritar una y otra vez, con ese festejo inconfundible, tan suyo, la boca abierta sin timideces con un estallido que retumbaba en oídos propios y ajenos: “… oooooooollll”. No pedía perdón “para la tribuna” si les hacía goles a sus ex equipos. Los gritaba con el alma prendida fuego, como gritaba cada gol. Así la empujara sobre la línea.

  • Imagen destacada: Luis Artime, con un niño en brazos, y rodeado de colegas periodistas, a los que había vapuleado con goles momentos antes

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