Opinión Política

Milei tiene que superar una vara muy baja, pero si se equivoca puede sufrir un duro escarmiento

Las notas de análisis, como la que se reproduce aquí, son de exclusiva competencia de su autor. Paulin dice que MIlei, con apoyo de pobres y militares, no tiene margen de error, en ruta al 9 de Julio. Tras el Pacto de Mayo que no fue.

Por Pedro Paulin (MDZ)

Juan Perón es el autor de las frases políticas más diversas y repetidas de la historia política nacional. Solía decir que «el pueblo nunca se equivoca». Más allá de su libro y discurso en el Luna Park, en 1953, cuando las cosas ya empezaban a enlodarse y el creador del peronismo empezaba a sentir el distanciamiento del pueblo y la cercanía de la traición. Lo supo el ejército de herederos que hablaron en nombre de él, que lo interpretaron a «piacere» y que terminaron, todos sin excepción, en el despoder más explícito. Javier Milei vio al pueblo gritar «Milei, querido, el pueblo está contigo». El pueblo conceptualmente, apenas un puñado de unos miles se acercaron a vitorearlo, generando un clima de época que no se vio en años.

 El discurso de Milei abrazó algunos bastiones que el kirchnerismo no supo contener y vio fugarse lentamente desde la muerte de Néstor Kirchner en 2010, hasta la desaparición real del kirchnerismo como espacio político siete meses atrás. Los pobres decidieron que Milei podía terminar su empobrecimiento, los representantes gremiales dejaron de pensar que Milei era un cuco y sin avivar giles colaboraron muchos para que sea presidente. La clase media incluso rechazó al político más profesional inserto en una campaña perfecta técnicamente como Horacio Rodríguez Larreta, y se volcó masivamente a las expresiones estridentes, por momentos mal educadas de Milei y su otrora delirante plan liberal, cristalizado en las urnas con contundencia histórica. 

Esencialmente los jóvenes y la revolución que no fue, el abandonado y desfinanciado Ejército, la clase media y los pobres pusieron a Milei en la Casa Rosada, y son quienes de acuerdo a su cumplimiento de palabra garantizarán la continuidad del plan político más anómalo de los últimos cincuenta años o cortarán de cuajo si sienten que su confianza es traicionada. Una vez más. El oportunismo político pasó de moda, y los que pequen serán reprimidos, como el propio Maximiliano Pullaro, quien recibió chiflidos por pedir obras públicas en medio de una fecha patria. Cambio de época que exige más a todos.

Los jóvenes se enamoraron en términos mayoritarios de Néstor Kirchner. Su rebeldía, si antagonismo y debate de lo preestablecido, sus aguerridas formas para con los poderosos y la cultura de pibe de barrio que nunca fue sirvieron para convocar a los despotricados de la crisis de 2001 para sumarlos a su proyecto político. Veinte años después, los más jóvenes vieron que Néstor y su viuda generaron esencialmente una nueva burguesía empresarial aceitada con la corrupción que empobreció a la base votante del populismo hasta abandonarlos por hartazgo de incumplimiento. 

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Milei ahora tiene un desafío: evitar el escarmiento. La vara está debajo del suelo, el último kirchnerismo despejó dudas sobre su incapacidad, falta de pericia, corrupción o pérdida de reflejos, o todo junto. Cristina Kirchner brama en privado una pequeña dosis ínfima de protagonismo para no ir tan atrás ni tan chica en los libros de historia, al ritmo que Milei infla pechos de empobrecidos con promesas de prosperidad después del ajuste histórico reivindicado con orgullo por el jefe de estado liberal. Una situación que roza lo bizarro, logra que los sectores arrasados durante dos décadas populistas se inspiren en quien promete dolor, pero reivindicación a posteriori. 

El Ejército escucha con atención las palabras de Milei, admira a Victoria Villarruel y desprecia el destrato recibido durante el kirchnerismo en términos salariales y esencialmente discursivos. Distintos integrantes de las fuerzas ven en la llegada de Patricia Bullrich, el presidente y la vice la posibilidad de volver a ser protagonistas del prestigio y reconocimiento por parte de una sociedad que escuchó y vio durante casi veinte años el ninguneo por parte de Kirchner y su mujer, quien cobijó únicamente a César Milani, envuelto en denuncias que alternaron entre los crímenes de lesa humanidad y la corrupción. 

Milei deberá entonces ahora cuidarse de sus palabras. No existe más el margen de error, sus frases y propuestas son propias de un estadista sesudo, convencido y probo. Debuta como un Presidente que convoca a la oposición para refundar el país el próximo 9 de julio, su inteligencia le permitirá evitar las descalificaciones desde hoy hasta la firma de un pacto que necesita de todos los sectores para abandonar la gran decadencia nacional que hoy abunda. 

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La oposición también queda ahora amenazada: cuántas veces pueden Martín Lousteau y Cristina Kirchner, hoy asociados nuevamente en términos políticos según sus votos, defraudar a los votantes. Cuántos votos en contra del radicalismo le quedan a Lousteau antes de recibir un pedido de despedida del partido centenario. Cuantos silencios puede acumular Cristina en distintos casos mientras achica su base votante por mes. Hay quienes especulan que si Máximo Kirchner se termina de batir a duelo con Axel Kicillof, no supera el 20 % del padrón. 

Una oposición desperdigada, una clase media y baja abatida anímicamente pero con una inflada de pecho sostenida en los últimos seis meses, una economía devastada por la falta de pericia y la corrupción incalculable del último Gobierno y un Ejército que levanta la cabeza y vuelve a sentir el orgullo de la sociedad que defiende es el cóctel que necesita Milei. No habrá espacio para decepciones ni errores no forzados. Menos que menos para corrupción oficial ni faltas a la verdad. Es el tiempo de los patriotas, los estadistas y los que como Manuel Belgrano, estén dispuestos a terminar sus días en la más absoluta austeridad, pero la conciencia de haber dejado la vida por su país sin robarse el futuro del resto.

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