No se descubre la pólvora, si se dice que la disputa por el poder, que nunca cedió, sólo se amortiguó debido a la la excepcionalidad del coronavirus que jaquea a la humanidad. Ahora, sin tantos disimulos, está volviendo a entrar en una etapa de virulencia. Medios opositores, agitan contradicciones internas en la coalición gobernante, el Frente de Todos – que existen, sin duda, aunque se sobrellevan – para que se produzca un desbarranque.
Laura Di Marco, en La Nación de hoy, pivotea sobre las amenazas de La Cámpora en el tablero de ajedrez en el que juegan juntos el presidente Alberto Fernández (el mismo diario que el domingo dijo que desalienta prohijar el nacimiento del «albertismo») y la vice, Cristina Kirchner, a cargo del Ejeucutivo entre 2007 y 2015.
Humanidad reproduce algunos párrafos de muestra:
«El albertismo – ignora la periodista e introduce el ismo – habla de dos miradas en el seno del Gobierno, que en verdad parecen dos proyectos políticos muy diferentes´, explica otro albertista, también muy cercano a Fernández.
«El razonamiento – procede como exégeta Di Marco – podría traducirse así: La Cámpora, subordinada a Cristina, avanza con el credo del populismo intenso que, efectivamente, descree de los acuerdos genuinos y ubica a cualquier otro como un ´enemigo´. El progresismo de Alberto, en cambio, autodefinido como un liberal de izquierda, ubica su proyecto dentro de la democracia. ¿Acaso estas diferencias de fondo, y no solo de miradas, pueden resolverse tomando un mate cocido, como sugirió el Presidente, o durante una reunión en Olivos?»
Cuenta la periodista: «Durante el segundo mandato de Cristina Kirchner, Alberto Fernández era rabiosamente odiado por La Cámpora, que lo acusaba de ´traidor´. En el mismo nivel que Julio Cobos, o quizá más, porque Alberto había sido del palo. El odio político, hay que decirlo, era recíproco».
Y avanza:«´Es una cosa insólita esa juventud, que es una especie de gendarme de cierta ideología, que se parece a la guardia de hierro´, disparaba fuerte el hoy presidente, antes de la reconciliación. El camporismo retrucaba ridiculizándolo desde sus medios afines».
«En el suplemento joven del periódico que dirigía Eduardo Anguita – menciona a un periodista que hoy colabora en Infobae, de Daniel Hadad -, Miradas al Sur, los hijos políticos de Cristina habían inventado una sección llamada «Whiskypedia«.
«Desde allí – juzga – se ensañaban con Alberto acusándolo de poseer el síndrome de AlberFer, al que sugestivamente definían así: ´El sujeto afectado por el síndrome de AlberFer tiene una tendencia irrefrenable e incontrolable a suponerse creador de los movimientos que él mismo ha abandonado. La explicación científica de dicho trastorno obedece a que el sujeto portante abandona un proceso determinado, bajo la suposición de que ha llegado a su fin, y luego, al ver que continúa con relativo éxito, se supone atado a él por algún tipo de vínculo fundante´».


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