“Los 4.400 barrios populares, villas, asentamientos registrados, anteriores a 2016, cuando se hizo el relevamiento, fueron ocupaciones ilegales. Son la forma que tiene el 25%, 30% más pobre de la sociedad para resolver el acceso al hábitat. No es un problema de valoraciones morales: es un problema de oferta y demanda.
El 90% de las tomas son desorganizadas. Se producen cuando se combina una serie de elementos. Lo viví en determinados momentos. Por eso preveía que iba a haber una oleada hace dos meses y medio. Cuando hay un deterioro de autoridades de las fuerzas policiales, los principales instigadores de las tomas son las fuerzas policiales. Son los que tienen el termómetro en el territorio, son los que pueden dar un guiño de que no van a reprimir y se montan sobre una necesidad. Porque la causa de las ocupaciones es una necesidad incuestionable. El déficit habitacional en la Argentina es de 5 millones de viviendas.
Un terreno sin papeles vale un millón y medio de pesos. Nadie que vive en una barriada de Lanús o Lomas de Zamora tiene esa plata. No hay otro destino posible, si no hay una intervención en términos de política pública planificada de cómo se va a desarrollar la vida de las generaciones que ya están y las que vendrán. Por eso decimos que hay una crisis de planificación cuando planteamos el Plan de Desarrollo Humano Integral.
Esto es mercado libre. Es así. La Salada es mercado libre y las tomas son el mercado libre de las inmobiliarias. No hay planificación, que es la lógica contraria a la de la acumulación. Sobre las necesidades se montaron negocios. Todo el barrio de La Salada, donde hay tres ferias importantes Urkupiña, Punta Mogotes y Ocean, surge como una especie de resistencia de talleristas bolivianos frente a la explotación de las marcas. Se propusieron vender directamente. Después eso se va estructurando y empieza a jugar la ley del más fuerte.
Hay algunos economistas neoliberales, como Hernando de Soto, que hacen hasta una reivindicación romántica. Llaman capitalismo popular a este tipo de ferias y barrios jóvenes. Odio las tomas. Veo lo que se sufre. Ahí se percibe la cristalización del Estado fallido, el fracaso de la capacidad de planificar. En China no hay déficit habitacional y, según el Banco Mundial, hay dos puntos de pobreza. Era un país que estaba en una hambruna absoluta. Saquemos la cuestión del régimen político, que debe ser discutida. Salió con planificación. El modelo chino demuestra que planificación y desarrollo de mercado son congruentes. Pueden coexistir niveles de planificación elevados de los objetivos sociales estratégicos con niveles de libertad de mercado.
Tengo una posición sobre el tema del albertismo y cristinismo. El albertismo les sirve a los albertistas, no a Alberto. El contrato electoral establece que Alberto es una figura de equilibrio en una coalición inestable, con una orientación general pactada: llegar a todos empezando por los últimos. La idea es hacerlo con un liderazgo más líquido y persuasivo que el más avasallante de Cristina.

Lo peor es que se da por asumido que promuevo las tomas de tierras, lo que es una gran mentira. Promuevo una alternativa. Tengo un plan. Carrió firmó una ley cuya redacción en un 60% de este servidor: la Ley Nacional de Barrios Populares, que conlleva una expropiación masiva, declara de utilidad pública y sujetos a expropiación muchos macizos de tierra pero donde están 4.400 barrios populares. En el momento tuve una discusión con Cristina, pero me entendió y me ayudó.
Liderazgos como los de Cristina se meten en el corazón de una porción del pueblo y se convierten en un mito. Jorge Bergolio escribió un documento, que me impactó mucho, que se llamó primero “De habitantes a ciudadanos” y luego le cambió el nombre: “De habitantes a ciudadanos, de ciudadanos a pueblo».
Allí entra el concepto de pueblo como unidad de destino. La sociedad es un concepto de la ilustración, mientras que la idea de pueblo contiene un elemento histórico, cultural y mítico. Figuras como la de Cristina tienen una doble dimensión. Son mito y realidad a la vez. En esa realidad están todos los defectos, los errores, y en el mito están todas las cosas lindas y buenas, que están en el corazón del pueblo. Alberto no tiene esa característica ni quiere tenerla.”


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