Noticias como esta producen conmoción en el fútbol argentino: Hugo Moyano (NR: exsecretario general de la CGT) no se presentará como candidato a presidente del Club Atlético Independiente, que ganó siete veces la Copa Libertadores, todo un récord.
El cargo es uno de los más interesantes del fútbol del país sudamericano, y Moyano (NR: máximo dirigente del poderoso gremio de camioneros) es algo así como el prototipo del funcionario argentino del fútbol: es jefe sindical, funcionario peronista y, a sus 78 años, une en su actividad todos los aspectos de su carrera.
Las razones de la cercanía entre el fútbol y la política son históricas en Argentina, explicó a DW Ezequiel Fernández Moores, investigador periodístico: «Aquí tuvimos muchos golpes de Estado y, sin embargo, los únicos escenarios en los que la gente seguía votando eran los clubes de fútbol”. De ese modo, el popular deporte permitía a los dirigentes políticos mantenerse cercanos a la gente.
Con él coincidió Alejandro Fabbri: «Hace cien años, manejar un club de fútbol era un orgullo, un símbolo de credibilidad ante la sociedad, y siempre se ha mantenido así. El fútbol es la pasión más importante para los argentinos”, explicó el periodista, de 66 años, en entrevista con DW. La mayoría de los clubes argentinos comenzaron a funcionar entre 1890 y 1920, y «tienen una historia presente muy fuerte».
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La lista de figuras políticas y del espectáculo en el fútbol es larga: además de Moyano, el empresario y expresidente Mauricio Macri, o el presentador estrella Marcelo Tinelli (NR: el excandidato de la Izquierda Unida, Néstor Vicente aún es influyente en Huracán), todos dejaron su huella.
El fútbol argentino vivió su hora más oscura en cuanto a injerencia política en 1978, cuando la brutal dictadura militar de extrema derecha intentó distraer a la gente con el Mundial de todos los horrores que su violencia y represión desataban en la sociedad. De hecho, Argentina ganó el torneo en casa, pero una sombra siniestra aún se cierne sobre esa Copa del Mundo. Y hasta el día de hoy, la influencia de la política en el fútbol se ha mantenido.
Incluso Diego Mardona, probablemente el mejor futbolista argentino de todos los tiempos, se dejó arrastrar por el carro de la política e hizo campaña a favor de los controvertidos regímenes de izquierda en Cuba y Venezuela. Mientras tanto, hay funcionarios que han venido a manipular y recoger votos para proyectos políticos, aseguró Fernández Moores.
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En Argentina continúa el debate sobre si la influencia de la política es la causa del aumento de la violencia en los estadios. A menudo son los miembros de las «barras bravas», que no son hinchas comunes y forman parte de bandas violentas, los que controlan, en parte, ese deporte.
Eso no condice con la imagen de la hinchada sentimental que hace tan especial la atmósfera en las canchas de fútbol de Argentina. Pero es una realidad, y refleja las dos caras de ese deporte: entusiasmo y alegría, por un lado, y por el otro, corrupción y delincuencia.
Esas bandas violentas tienen contactos con la política, lo que en Argentina es un secreto a voces. Algunos barrabravas controlan la venta de entradas y participan en las ganancias. En suma, el fútbol, la política y los medios en la sociedad argentina están tan estrechamente entrelazados, que es simplemente imposible cambiar este panorama, según la apreciació de Fabbri.
El periodista señaló que incluso hubo especialistas de Scotland Yard, del Reino Unido, que analizaron el entramado político del fútbol argentino de manera anónima, durante mucho tiempo, y llegaron a esta conclusión: «Es imposible modificarlo porque todos los sectores están aliados de algún modo. Están aliados en función del amor a una camiseta”. Y por eso, en las tribunas hay algo que no se encuentra en la vida real: «Que incluso enemigos a muerte en la política se abracen cuando su equipo mete un gol”.
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