Argentina Sociedad

«La identidad no se negocia», afirma Mónica Quilindro, tras buscar por décadas a sus padres biológicos

12 mujeres plasmaron en un libro, el año pasado, la búsqueda de sus orígenes. Ayer, en PInamar, una de ellas, Mónica Quilindro, ratificó que pese a ser ignorada por la madre, seguirá luchando por el derecho a conocer la verdad.

En una nueva presentación del libro ReUnidos – un compilado de 12 descripciones realistas a cargo de Florencia Alifano -, la pinamarense Mónica Quilindro, de la ONG «Verdaderos Orígenes», dio cuenta anoche de la búsqueda y acercamiento que intentó en mayo de este año con su madre biológica, residente en Villa Pueyrredón, en la ciudad de Buenos Aires.

«Hay historias con finales felices, como la mía y otras con desenlaces más tristes», sintetizó Alifano (autora también de «La hija») al hacer la introducción de la charla debate, en la que aportó un enfoque legal la abogada Nilda Gómez, del Ministerio de Justicia de la Nación.

Las descripciones – una más conmovedora que otra -, son parte de la obra lanzada el año pasado. Pero sucedió que en 2022, tras la Feria del Libro porteña, Flor acompañó a Mónica hasta la casa de su madre biológica que, contra toda evidencia, negó cualquier vínculo y partió raudamente en un taxi, según la filmación que permitió constatar la escena y que se difundió en el Centro de Empleados Municipales de Pinamar.

Pese a la desilusión, que le provocó llanto, Mónica insistió que «esto recién empieza» porque seguirá buscando hacer valer su derecho de conocer quien fue su padre. Quilindro es parte de una campaña para obtener un registro nacional de identidad (son unas tres millones de personas que están en esa situación precaria en la Argentina), similar al que tienen, por delitos de lesa humanidad, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Además, lucha por la igualdad de género y contra la violencia familiar, tema éste último sobre el que dio datos espeluznantes.

Nilda Gómez, madre de una víctima de Cromañon. El encuadre legal

A continuación, Humanidad reproduce la versión en primera persona de Mónica Quilindro escrita un año atrás:

«Todo comenzó con un plan de boda. Mi nombre es Mónica Elizabeth Quilindro. Así me llamaron hace casi 60 años. Dicen que nací el 28 de octubre de 1961. Pero no fue así. Dicen, también, que pudo haber sido en junio o julio o en agosto de ese mismo año. Mi padre adoptivo, Adolfo Ruperto Quilindro, me anotó en el registro de General Madariaga. Así que mi partida de nacimiento enuncia que nací allí. Mi madre adoptiva fue Felipa Amada Valdez.

Cuentan que nací bajo la presencia de la partera Adelina Vieytes. Según lo que fuí descubriendo, mi madre biológica se llama Norma Emma y hoy tendría 77 años. Y tengo un hermano llamado José Luis, de 51. De mi padre biológico no tengo indicios. Es algo que solo ella me podría contar.

Corría el año 1979 y solo tenía en mente los preparativos de mi casamiento con Omar. Por ese tiempo, cursaba el cuarto año de la secundario, pero los planes se precipitaron porque había quedado embarazada. Por aquel entonces, mi futuro marido trabajaba en la Cooperativa de Agua y Luz (CALP) y un día, comentando el casamiento con sus compañeros, se dio la siguiente conversación:

-¿Así que te vas a casar con la criada de los Quilindro?

-¿Criada?, preguntó Omar. No, no es la criada. Es la hija.

-Pero…ella no es hija legítima. A ella la criaron, porque no son sus padres biológicos, sentenció un compañero.

Así fue como Omar se enteró de la verdad. Verdad que yo desconocía hasta ese momento. Tiempo después el me contó que se había quedado mucho tiempo pensando qué hacer hasta que decidió ir hasta la casa de su propia madre, René. Como ella conocía a la familia Quilindro, le contó que lo que le habían dicho y le preguntó si era verdad. Su madre le corroboró la historia y Omar le pidió que hablara de esto con mi mamá adoptiva.

Después de unos días, Omar estaba muy confundido y dolorido por la situación. No podía entender que yo no supiese nada. Así que decidió crear un plan para que por fin conociese la verdad. Fue a buscarme al colegio y me pidió que vaya a mi casa, que entre por la ventana del dormitorio para que nadie supiese nada y que escuche la conversación que él iniciaría con mi madre. En ese momento, yo creí que iba a presenciar el pedido de mi mano así que con emoción accedí a su petición.

Cuando llegue a casa escuché algunos movimientos y pude escuchar parte de la conversación.

-¿Es verdad que Mónica es adoptada?

-Pude ver que mi mamá se quedó helada y le costó sobreponerse.

Mónica no lo sabe, respondió con lágrimas que empezaron a caerle por sus mejillas.

Mi madre se quedó muda unos instantes y luego titubeando comenzó a narrarle a Omar:

A Mónica la trajo su abuelo junto con su madre a Pinamar porque sabían que nosotros queríamos adoptar. Su madre biológica ya no quería quedarse con ella.

Cambio de época: mujeres movilizadas por sus derechos

A través de ese relato me enteré que le habían propuesto a mi madre biológica la ayuda para criarme, pero que ella no había aceptado. Me dejó con ellos y se fue. Mi padre entonces le dijo: ´Está bien, pero jamás vas a poder reclamarla, le voy a dar mi apellido y la voy a anotar como nuestra…vas a tener que olvidarte de ella´.

Se tomó muy en serio esto último y lo cumplió al pie de la letra: me dejó con ellos para siempre. Me anotaron a los meses de nacida como propia. Se que mi madre biológica vivió en Buenos Aires por esa época, más precisamente en Quilmes, con su hermana Teresa y su cuñado, quien trabajaba en el diario La Razón.

La historia cuenta que mi madre había quedado embarazada con 18 años. Su hermana y su cuñado no sabían de esa situación; se enteraron un día que ella se descompuso y fue al baño. Como tardaba en volver, fueron a ver si se encontraba bien. De pronto, escucharon gemidos de dolor y al derribar la puerta después de incesantes golpes, encontraron a mi madre pariéndome. No me quiero imaginar lo que deben haber pensado ante esa escena: no lo podían creer.

Dicen que mi tía biológica le preguntaba incesantemente: ¿Quién es el padre? Mi madre se negaba a contestar. Su silencio fue absoluto.

Ellos fueron los primeros que me sostuvieron, me limpiaron, me envolvieron y luego me compraron ropa porque en esa casa no había nada para mí. Dicen que mi tía llamó a su padre, Horacio, que fue quien me llevó a General Madariaga en donde contactaron a mi padre adoptivo, Adolfo, para luego seguir viaje a Pinamar.

Mi madre concluyó su relato y yo con toda esa informacíon en mi cabeza, salí de la habitación por la ventana, tal como había entrado. Y sepulté la historia hasta 2013.

Más tarde, en una ocasión, Omar le preguntó a mi mamá por qué nunca me había contado la historia y ella llorando le dijo: «Porque tengo miedo de que no me quiera más». Esa fue razón suficiente para que encapsulara el relato y que prometiera que no le iba a preguntar nada sobre aquello. No se merecía esa pena, luego de lo que había hecho por mí y mi crianza.

Me casé el 8 de marzo de 1980 y con Omar tuvimos hijos que criamos juntos hasta que él falleció en 1991.

Tuvieron que pasar 34 años para que en 2013 decidiera desenterrar la historia y empezara a velar por mis derechos de identidad.

Luego de la muerte de mi mamá del corazón y a raíz de una reunión donde escuché que hablaban del derecho a la identidad, me cayeron de repente todas las fichas y empecé el camino de búsqueda. Fue cuando nació mi ONG «Verdaderos orígenes» y me conecté con otros buscadores. Participé incluso del programa Los unos y los otros (en 2015) y fue cuando mi familia biológica se enteró de mi existencia.

Ninguno de mis tíos, tías y primos sabía de mí. Al poco tiempo me recibieron en casa de uno de ellos, pero ni Norma, mi madre biológica, ni mi hermano estaban allí. Sé que viven en Buenos Aires, sé su dirección, pero todavia me falta coraje para ir a golpear la puerta. Solo quisiera ir para ratificar la verdad y poder cerrar el círculo. No pretendo juzgar la decisión de nadie.

Soy consciente de las mentiras, las firmas ilegales y del Estado ausente que permitió que todo esto pasara. Somos más de tres millones de personas que exigimos conocer nuestras verdades. Sí: tres millones de buscadores de identidad por fuera del período de crímenes de lesa humanidad acontecido en la Argentina.

Siempre agradecía por los padres que tuve. Soy quien soy gracias a ellos. Pero es tiempo de conocer mi origen, saber quién es mi padre. Es mi derecho. La identidad no se negocia».

  • Imagen destacada: Mónica Quilindro, Florencia Alifano, Nilda Gómez

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