Por Juan Yaría
Dos empleadas muy apreciadas por su diligencia, son ultrajadas y robadas en esa cuadra y media que llevaba al colectivo para entrar a las 7 de la mañana a sus actividades. Son golpeadas por “chacales” que les roban dinero, llaves, celulares. Me llena de ternura verlas al otro día volver a trabajar. Les ofrezco ayuda para resolver cuestiones de índole económica. Una de ellas me conmueve cuando me dice: ”…son no solo el porro y la coca lo que los mueve, sino el hambre ahora”.
Eduardo Lavorato se refiere a la pobreza estructural o crónica (deficiencia de infraestructura e ingresos) junto a la miseria. A esto hay que agregarle el
consumo de alcohol y drogas. En un estudio de la Fundacion Eforo del 2021, se constató que hay 8 millones de personas que pese a encontrarse en edad de trabajar no lo hacen. Casi 4 millones y medio mayores de 24 años, en tanto una cifra similar afecta a jóvenes entre de 15 y 24 años. De estos últimos 2,9 millones se encuentran estudiando y 800 mil no trabajan ni estudian.
Hay pobreza que genera pobreza: la pobreza estructural. Los de este último círculo -como en El Infierno, de Dante – no tienen posibilidades ni capacidad de acceso a la educación y cuando van a cualquier trabajo en los tests de drogas aparecen sustancias adictivas lo cual los imposibilita para trabajos de precisión y disciplina. Según el Indec, en el tercer trimestre del 2022 los “Ni-Ni” (ni estudian ni trabajan) alcanzaron al 24,1 de la población entre 18 y 24 años.
La edad de inicio del consumo de drogas y alcohol es a los 13 años y la liberación de las plantaciones de marihuana en hogares (se presume de 200 mil plantaciones) ha aumentado el consumo de esta droga que causa depresión mayor y psicosis cannábica.
No hay tantos epilépticos refractarios en la Argentina para que existan tantas plantaciones. Además, en muchas zonas el cannabis se cultiva y se hace “trueque” con otras drogas en el propio barrio. La existencia del trabajo para estos jóvenes se complica porque en muchos de ellos existen familias muy dañadas que hoy se denominan «multiproblemáticas», con complicaciones psiquiátricas y/o legales.
Muchos consumen con sus padres y abuelos. Devastamiento de la cultura. El delito es común. El niño ha perdido sacralidad y puede ser abandonado, dañado, fruto del trato psicológico o físico, abusado o violado. Es el mundo de la barbarie; un “para mundo”, donde la humanidad es frágil. Son historias que recojo todos los días en la escucha grupal o familiar.

Un periodista, Arnaldo Paganetti, leyendo una nota publicada en el diario La Prensa que escribí, la tituló “Cementerios al aire libre” y la hizo circular en el portal Humanidad, en la zona de la costa Atlántica, donde el flagelo no es menor tampoco. Le sorprendió. Y al asomarme por la ventana de mi consultorio me encuentro con un “zombie” que estaba con un colchón en pleno Caballito.
Muchos de los que atiendo vivieron en la calle luego de ganar fortunas con narcos que luego los amenazaron. Las plazas terminaron siendo su refugio. Es otro mundo. Es lo inmundo. Esta pobreza y miseria prepara “soldaditos” sin escuela ni familia o familias «multiproblemáticas» que dependen de lo que el robe o traiga.
¿Trabajo? ¿Qué es eso?, me lanzó un paciente. «Gane mucho dinero asociado a narcos que vendían pastillas en discos. Los “barras bravas” me protegían si no podían pagarme. A ellos si les pagaban», se desnudó. Lo inmundo como mundo.
Fue a buscar al padre a los 15 años y este le dio un departamento. Muchos hacen así. Que el SAME se ocupe de ellos. Cuando todo se “desmadró” fue judicializado y hoy entiende que debe cambiar de vida; organizar un “plan de vida”. Necesita padres sustitutos.
Siempre les repito: Ustedes necesitan una casa. No un centro de rehabilitación solamente; sí, normas, limites, amor y transmisión de valores. Los resultados en muchos casos, son muy buenos.
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