Por Sergio Elguezábal
Veo al otro, absorto frente a las góndolas. Me veo a mí mismo. Pasmados, con la circunstancia en la cara y en el cuerpo entero. Andamos como zombis en los pasillos del súper y nos cruzamos con otras personas, también absortas, cuya tarea asignada es la de remarcar.
Sombrío enero. Difícil la esperanza si no la podemos sostener con amores cercanos, sin redes que nos asistan o espacios de comunión. Es probable que las calles se inunden pronto de gente común como los que nos cruzamos en el súper. Pero en medio no nos debiera faltar esa red, esos amores y tales espacios.
Sostenernos y enfrentar la crisis. Tramitarla con aprendizajes comunes y resolverla con las respuestas más acertadas y amorosas posibles. Que sea en el marco de la institucionalidad, con las representaciones y contrapesos establecidos. De lo contrario (si no hay amor, si no hay concordia, ni razonabilidad para llegar al bien común), que sea por fuera.


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