«Si sentís que te metés en un campo minado, vas a estar todo el tiempo crispada pensando que te va a estallar una bomba. Yo creo que estás contando la historia de una persona compleja, que esa misma persona es tan compleja que tiene críticas incluso para su propia organización y lo que fue su militancia. Ella no se está exculpando: todo el tiempo acepta su responsabilidad de que su hija Vera no tuvo que haber nacido nunca ahí, que los militares son unos hijos de puta pero que haber tenido un hijo en ese contexto es responsabilidad de ella y de su pareja».
Este es el tramo de una respuesta que la periodista y escritora Leila Guerriero, sobre el retrato que hizo (en el libro La llamada) de Silvia Labayru, militante montonera secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada, violada y torturada por sus captores, y acusada de traición por sus compañeros de militancia.
«Entonces – continuó -, la manera de hacerlo es contar la visión, la historia y la mirada de una mujer. Y por supuesto, ¿desde cuándo uno tiene que estar de acuerdo con la persona a la que entrevista? Se trata de exponer la historia de alguien con una enorme cantidad de sombras, enorme cantidad de luces, enorme cantidad de complejidades, enorme cantidad de contradicciones».
«Y, además – aclaró -,, no va a ser el testimonio de ella sola. Va a ser un testimonio que va a estar iluminado y va a estar ensombrecido; va a haber relatos que no acuerden con ese relato y va a haber relatos críticos de ese relato. Cuando vos tenés paciencia, tiempo, escucha, podés repreguntar y el otro llega a niveles de confianza en el cual puede poner a cielo abierto cuestiones muy incómodas».
Entre los muchos interrogantes que respondió Guerriero, se incluye el siguiente:
-La historia de Silvia Labayru condensa todas las aristas y dimensiones de la década del 70. ¿Qué fue lo que más te impactó de su historia? ¿Qué desconocías de esa época que ha sido tan investigada y relatada?
–Hay algo que claramente me asombró y que yo no sabía, que es el repudio a los sobrevivientes, tanto por parte de los que llegaban al exilio como por gente que no estaba en el exilio y que también los repudiaba. Yo no tenía idea de que esto sucedía y me sorprendió enormemente: les pasó a todas las personas que sobrevivieron y que yo entrevisté, lo cual parece indicar que fue muy común. Yo quizá pensaba que una persona que había militado en un grupo determinado y salía era recibida por sus excompañeros con alegría. Y no. Era todo lo contrario.


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