La calidad de los matemáticos argentinos, destacó el investigador Pablo Ferrari

“Un buen defecto del matemático es ser cabeza dura. No me dejé amedrentar por los fracasos tempraneros, en el primario y el secundario. No me importó, no fue muy frustrante”. De esa manera se expresó el docente de la UBA e investigador del Conicet, Pablo Ferrari, hijo del fallecido artista plástico León.

Tras referir los “bochazos” que recibió en sus comienzos por no recitar de memoria la tabla del 4 (para él lo que valía era el algoritmo), y no acordarse enunciados de los teoremas de trigonometría, explicó lo beneficioso que fue estudiar álgebra con Leonardo Moledo, un gran divulgador de la ciencia en Brasil.

En el ciclo “Matemática sentimental”, Pablo Ferrari, contó que vivió su adolescencia tratando de ingresar a Ciencias Exactas, en la época del dictador Juan Carlos Onganía; y que antes había buscado su vocación en la filosofía, la sociología y la historia del arte, hasta que se involucró con pasión en su actual profesión.

Contó que dejó su militancia política (que lo obligó a exiliarse en San Pablo en 1976, junto con su familia), para dedicarse de lleno a las matemáticas, centralizando en los cálculos probabilísticos, las estadísticas y las investigaciones operativas. “Todo eso, más un sistema de partículas elaborado por Antonio Gálvez, me enseñó a pensar”, destacó.

También elogió el nivel académico existente en la Argentina en relación a otros países latinoamericanos. Aseguró que los estudiantes aventajados en las universidades de ciencias exactas del país, son tentados con mejores condiciones laborales para trabajar en el exterior.

“Las matemáticas son las mismas en cualquier parte. Lo importante es la interacción con otros expertos. Y es una carrera barata: se necesita pizarrón, tizas y poder compartir proyectos colectivos. No hay grandes gastos de laboratorios”, señaló.

Elogió como funcionan las carreras en Brasil (en especial luego del fin del mandato de Jair Bolsonaro) y Chile, donde existen entes rectores “muy útiles, que hacen punta y otorgan becas y facilidades a los estudiantes aptos, sean de donde sean”.

Se refirió a las probabilidades mecánicas y estadísticas para predecir el valor de las monedas. No precisó hasta donde favorecerá la tecnología (a través de la computadora) esos cálculos. “Ayudar, ayudan mucho”, aclaró.

También indicó que trata, antes de introducirse en los números, redactar lo más comprensible posible una introducción para que delinear los objetivos del trabajo. “Lo importante es que salgan las cuentas; ese es un tercio del camino, es la senda…pero siempre conviene conversar con todo el mundo”, sintetizó.

Pidió “desacralizar” la visión que se tiene del matemático, quien – resaltó -, “sufre bastante para encontrar los resultados. Cada uno tiene su poesía y hace lo que se le canta, pero si existe un compromiso, hay que aplicar mucha flexibilidad: eso facilita la cooperación científica”.