Literatura

Te extraño, vida

Arloskaya y Sujetonski, de 44 y 20 años, deben convivir por tiempo indefinido en una misma habitación. Las razones que los llevaron a ese mundo son distintas, pero ambos añoran algo valioso que poseían.

– ¡Yo sabía! ¡Sabía que era esto lo que venía después!

– No sigas, ya lo dijiste varias veces.

– ¡LO SABÍA! ¡PORQUÉ!

Sujetinski estaba consternado por las consecuencias de su suicidio. A sus 44 años, no soportó la monotonía de su rutina laboral y la separación marital. No le encontraba sentido a su existencia. ¿El mundo necesitaba de él? No. ¿Tenía razones para seguir en el mundo? Tampoco.

Las noches en su departamento, sin la compañía que le era tan natural, pero que al desaparecer se volvió una pérdida inmensa, eran una tortura. Se sentía roto por dentro, sin poder recuperar el ánimo necesario para inventar algo nuevo.

Árboles y vidas, con distintas formas

Arloskaya, el compañero de encierro de Sujetonski, también se había suicidado. Él lo hizo a los 20 años, cuando su vida recién tomaba vuelo. Cuando las mayores dificultades forjan el conocimiento, como los cimientos de un edificio. La muerte de su padre, a quien amaba con todo su corazón, fue lo que detonó su alma. Se sentía perdido, sin rumbo. ¿Qué iba a ser de su vida? ¿Un esclavo mas del sistema, que hace girar la rueda? ¿Trabajar, comer y dormir, sin mas? No tenía pareja, y sus amigos no pudieron llenarlo de ánimo. Tenía cansancio para hacer cualquier cosa. Ni limpiar su propia ropa quería. Se sentía vencido y no salía de la cama.

Sujetonski y Arloskaya vivían hace al menos 50 años con cálculos humanos en lo que podría llamarse una habitación. Era un espacio blanco, sin muebles. Estaba totalmente vacío. Cada tanto el blanco aumentaba su brillo y dejaba ciegos a sus habitantes. No podían salir del pequeño espacio en el que se encontraban.

La queja de Sujetonski era justamente por esto. Antes de las varias veces que pensó quitarse la vida, pensó: “¿Y si mejor no me suicido, por el hecho de que lo que venga después pueda ser peor que esto?”.

Si no lo hubieran hecho, con la gracia del tiempo, ambos hubieran descubierto que los malos momentos pasan, al igual que los buenos. Que la vida es una oportunidad nueva cada día. Que el sol, el aire, la naturaleza, son la prueba de que hay algo mas grande que nosotros, y que merece al menos el respeto de reconocerlo. Reconocer la grandeza de la naturaleza, y descubrir que los dolores del alma son condiciones de lo que somos. Sin eso no seríamos humanos. Quizá sí una hormiga. Qué tortuoso ser una hormiga habiendo sido antes humano.

Sujetonski y Arloskaya añoraban la vida.

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Escritor y estudiante. Fundó Humanidad el 2016 a sus 15 años de edad.

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