Una anécdota sobre «una estatua ecuestre» de su persona que le llegó de sorpresa hace un mes – y otras razones – , motivó al escritor Martín Caparrós a escribir con ganas, sobre sobre su amigo y compadre, el periodista Jorge Lanata, fallecido a fin del año pasado, a los 64 años. Va un párrafo seleccionado, adecuado a la sección:
«Jorge sabía – siempre supo –, confiar en la gente en que confiaba. Recuerdo una noche, elecciones de 1991, cuando le llevé una columna que no le parecía y me dijo que mejor no la publicáramos, que se iba armar quilombo, pero yo insistí y él, por aquello de las libertades, la mandó imprimir.
Al día siguiente nos llovieron las críticas; entonces él me llamó y me dijo que se había equivocado: ´Cuando me mostraste esa columna yo no tendría que haberte dejado publicarla´, me dijo y yo pensé que se venía la censura. ´Así que vamos a cambiar de sistema: no me las muestres más, llevalas directo a diagramar´. He contado esta historia algunas veces: cada vez que me preguntan qué entiendo por libertad de prensa. Me pareció admirable y además – y mejor –, ese día empezamos por fin a ser amigos».


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