En el libro «República«, de Platón, pueden verse las discusiones que mantiene Sócrates con sus contemporáneos del antiguo mundo griego. Fuertes reflexiones aparecen desde las primeras páginas de esta obra, de la que se cree que su redacción llevó veinte años, desde 390 antes de Cristo al año 370 a.C.
Los diálogos que mantiene el referente de la filosofía clásica van y vienen en cuanto a ideas, dichos, y desdichos. Más de una vez Sócrates hace que el hombre que tiene en frente clarifique sus opiniones.
Uno de ellos, Trasímaco, se enoja y hasta se desespera, creyendo que hay una mala intención por parte del filósofo en sus preguntas y repreguntas. Casi como, para agregar humor en términos modernos, lo estuviera psicopateando.
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El contexto de la primera parte del Libro I que queremos destacar, se basa en una charla entre Sócrates y Polemarco sobre la justicia. Originariamente, el viejo maestro estaba hablando con Céfalo sobre la vejez, un ricachón que admite que por mas riqueza obtenida, sus pensamientos se acercan cada vez más al Hades, es decir, a la muerte.
«¿Cuán injusto fui con los demás a lo largo de mi vida?», es una de las preguntas que hace antes de irse y dejar dialogando a su hijo con el autor de la frase «lo único que se es que no se nada».
«Entonces Trasímaco -quien mientras dialogábamos había intentado varias veces adueñarse de la conversación, pero había sido impedido en ello por quienes estaban sentados a su lado y querían escucharla íntegramente- , en cuanto hicimos una pausa tras decir yo aquello, no se contuvo más, y, agazapándose como una fiera, se abalanzó sobre nosotros como si fuera a despedazarnos. Tanto Polemarco como yo nos estremecimos de pánico, pero Trasímaco profirió gritos en medio de todos […]
Al oírlo quedé azorado y lo contemplé con pavura; y creo que si no hubiese sido que yo lo miré a él antes que él a mi, habría perdido el habla. Pero en el momento en que comenzó a exasperarse por la conversación, yo había sido el primero que lo contempló, de modo que luego me fue posible responderle, y le dije, no sin un ligero temblor…»
Humanidad no profundiza sobre las respuestas de los personajes al tema en discusión, en este caso la justicia. Sino en la importancia que le da el pensador clásico a algo tan sutil como una mirada en una pelea. Si no fuera porque tuvo la mirada ¿dominante? antes de que lo vieran a él, ninguna palabra hubiera sido útil, por más inteligente que fuera. Lo simple, una vez más, ¿gana la batalla?
Humanidad 
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