Reflexión Sociedad

Las fantasías románticas de ayer y hoy

Los niños, niñas y adolescentes están siendo bombardeados por las pantallas y consumos para adultos, con los que se busca apalear la soledad con compañía artificial. ¿Y si los dejamos enamorarse a la antigua, por mas que con ello tampoco se evite la desilusión?

Por Eduardo Gómez Zaragoza de la Rosa de Córdoba

El erotismo refiere sobre aquello que estimula la sensualidad. Ésta se basa en el placer obtenido mediante los sentidos. Un mundo se abre para explorar mediante el olfato, la vista, y el tacto, entre otros, y así lograr la comodidad.

¿Y qué sensación más cómoda -aunque bastante engañosa- que la de sentirse enamorado? Si bien enamorarse implica una proyección en alguien sobre lo uno quiere, en el momento no se siente así. Se siente algo producido por cambios químicos en nuestro cerebro, que lleva incluso a algo más fuerte que la comodidad. Lleva a la elevación.

Dejando ese estado casi divino del amor para otra nota, veamos lo más terrenal, que son las fantasías románticas de hoy a diferencia de las de antes. En tiempos donde no existía el Internet, no quedaba otra que enamorarse de la gente físicamente. Lo se… mucho trabajo, pero así de mal nos tenían.

Si tenías la suerte de ir a clases, ya sean de teatro o filosofía griega, podías enamorarte de alguien allí. Si te tomabas el colectivo (ufa, no existía la grandiosa virtualidad, esa que tanto nos ayuda a no despegar el culo de la silla) quizá podrías intercambiar miraditas con alguien y ponerte a charlar, si es que alguno de los dos tenía el coraje.

Hoy nos enteramos de noticias terribles, como lo fue el suicidio de Sewell Setzer III, un adolescente de catorce años, luego de haber interactuado con un chatbot de inteligencia artificial. Esto ocurrió en los Estados Unidos, pero el fenómeno de conversar con la computadora no tiene fronteras.

Será competencia del tribunal de Florida decidir si la empresa que creó la plataforma tiene alguna responsabilidad sobre las consecuencias de la relación que creó el joven con una mujer que no existe, pero que ofrece la ilusión de ser real, y no solo eso, sino que habla como si lo fuera.

Si bien en el pasado uno se podía enamorar de alguien no correspondido, aquello servía como tropezón para alimentar la experiencia y seguir adelante. Seguir, para unos años después poder reírse de la obstinación propia. ¿Qué ocurre cuando la fantasía se genera con una pantalla, con los niveles de adicción que provoca?

Es innegable el consumo constante de las redes sociales o Internet en general. Un colectivero ve Instagram mientras el semáforo está en rojo, en una calle tranquila y sin tráfico. Durante los días y horarios con más movimiento, ese entretenimiento debería ser rápidamente suprimido, para concentrarse en el trabajo y no provocar accidentes.

El colectivero sabe diferenciar los momentos donde puede pispear el celular y los que no. Los niños, niñas y adolescentes están siendo bombardeados por las pantallas, y estos «avances» para adultos, donde se busca apalear la soledad con compañía artificial, no los ayudan. Sería mejor dejarlos enamorarse a la antigua, por mas que con ello tampoco se evite la desilusión.

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