Javier Cercas, en el libro Anatomía de un instante, describe precisamente el instante de unos años decisivos en la consolidacion de la democracia española tras los estertores del franquismo. Se trata del luego ridiculizado Tejerazo: las balas de los golpistas zumbaban alrededor de Adolfo Suárez, sentado en el hemiciclo de la Cámara de Diputados, en la tarde del 23 de febrero de 1981, mientras su militar de confianza, Manuel Gutiérrez Mellado enfrentaba a los alzados con su cuerpo. A continuación, un pasaje clave de esa historia, que sirve rescatar como aprendizaje en todo el mundo:
Vuelvo a una imagen de la grabación: de pie, con los brazos caídos a los costados y desafiando a los seis guardias civiles que acribillan el hemiciclo del Congreso, el general Gutiérrez Mellado – tanto como querer impedir la entrada de los rebeldes en el recinto, tanto como querer someter el poder militar al poder civil -, parece querer proteger con su cuerpo el cuerpo de Adolfo Suárez, sentado a su espalda en la soledad de su escaño de presidente. Esa imagen es otro resumen o emblema: el emblema o resumen de la relación entre esos dos hombres.
La fidelidad de Gutiérrez Mellado a Adolfo Suárez fue una fidelidad sin condiciones desde el principio al fin de su carrera política. Cabe en parte atribuir este hecho al sentido de la gratitud y la disciplina de Gutiérrez Mellado, a quien Suárez había convertido en el primer militar del ejército tras el Rey y en el segundo hombre más poderoso del gobierno; es seguro que se debió a la confianza total que depositó en la sagacidad poítica de Suárez y en su coraje, su juventud y su instinto.

Suárez y Gutiérrez Mellado eran no obstante, al margen de la tarea política que los unió, dos hombres opuestos en casi todos: ambos, es verdad, compartían una granítica fe católica, ambos cultivaban un cierto dandismo, ambos amaban el fútbol y el cine, ambos eran buenos jugadores de cartas; pero prácticamente ahí terminaban sus afinidades: el primero era un experto en las añagazas del mus y el segundo en la limpia aristrocracia del bridge, el primero era un provinciano de familia republicana y el segundo era un madrileño de pura cepa y de buena familia monárqica, el primero fue un estudiante desastrado y el segundo un estudiante de matrículas, el primero fue siempre un profesional del poder y el segundo fue siempre un profesional de la milicia, el primero poseía, en fin, una inteligencia de jefe de pandilla de barrio con los que practicó con destreza indiscriminada el arte de la seducción, mientras que la inteligencia técnica y la sobriedad de carácter del segundo tendieron a confinar su vida social en el círculo de su familia y de unos pocos amigos.
A ambos los separaba, además, una diferencia más obvia y más importante: Suárez tenía exactamente 20 años menos que Gutiérrez Mellado; por edad hubieran podido ser padre e hijo, y es casi imposible resistirse a interpretar la relación que los unió como una extaña y descompensada relación paterno-filial en la que el padre ejercía de padre porque protegía ala ijo, pero también ejercía de hijo porque no discutía sus órdenes ni ponía en duda la validez de sus juicios.


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