El «Gallego» García que no se conoce

Hace unos días, falleció a los 86 años el fundador de Crónica, Héctor Ricardo García. El escritor y político, Miguel Bonasso, empezó a relatar, tipo «folletín», y en varias entregas, parte de la historia desconocida, de un periodista que se convirtió en leyenda. Aquí va la primera, para deleite de los lectores de Humanidad:

Por Miguel Bonasso

En 1969, cuando yo solamente lo conocía de nombre, por Así y Crónica, Dardo Cabo me reveló una faceta desconocida, al contarme que Héctor Ricardo García había sido un pivote esencial de la famosa Operación Cóndor, en la que Dardo y un grupo de militantes desviaron un avión de Aerolíneas Argentinas que iba a Río Gallegos y lo hicieron aterrizar en Malvinas, donde ratificaron -de manera espectacular- la soberanía argentina sobre las Islas y fueron presos, primero de los ingleses y luego de la dictadura de Onganía, un pseudo nacionalista ultramontano que en esos días recibía al príncipe Felipe de Inglaterra y le chupaba las medias.

Dardo y la escritora y periodista María Cristina Verrier, que sería después su compañera de vida, se pasaron tres años presos y ahí nació, precisamente, su relación amorosa.

Héctor Ricardo García, que se dirigía oficialmente hacia Río Gallegos, conocía por Dardo la operación y viajaba «por casualidad» en el avión que sería ocupado en el primer secuestro aéreo de la historia. Así logró la primicia mundial.

Mucho después, cuando Perón llegó con nuestra ayuda a la tercera presidencia y empleaba a Emilio Abras como secretario de prensa, conocí personalmente a García y establecimos una alianza que recién puedo develar ahora.

Yo era el director, entonces, del diario «Noticias», creado por Montoneros. Abras, que había sido amigo mío y de Dardo, estaba ahora en la vereda de enfrente, porque López Rega y el propio Perón le ordenaban tratar duramente a Noticias y a Crónica, que eran leídos por los trabajadores y los sectores populares (sobre todo Crónica que publicaba con gran éxito tres ediciones diarias).

Aprovechando que el Gallego tenía una excelente relación con mi padre, ese gran periodista que fue Ernesto Bonasso, me reuní con el fundador de «Crónica» y le propuse una alianza para atacar y presionar al Secretario de Prensa del tercer Perón.

García aceptó entusiasmado y me invitó a comer en un fantástico restaurante que ya no existe y estaba en un sótano de la calle Uruguay, frente a la espalda de Tribunales: el «Veracruz», de mitológicas langostas y centollas fueguinas.

Allí elogió a mi viejo, me felicitó por «Noticias», con gran generosidad, a pesar de que nosotros comenzábamos a competirle por el lector peronista, se lamentó de la ofensiva de Abras, cuya esposa trabajaba en Crónica, y aceptó sin vueltas la Santa Alianza contra la Secretaría de Prensa de Juan Perón.

Pronto nos vimos en otro restaurante extraordinario, porque García era un gourmet muy generoso, que se había propuesto hacerme conocer la mejor cocina de Buenos Aires. 

Solíamos cenar tarde y él se hacía traer a la mesa los dos diarios, el suyo y el mío, para comparar las tapas.
__Está mejor titulado el de ustedes.__Me dijo en más de una ocasión. Cuando eso ocurría se ponía furioso y llamaba a uno de sus segundos para putearlo y ponernos como ejemplo.
Sus broncas me halagaban. Sus reproches también:
__Sos un turro…__me dijo sonriendo de costado en una de las primeras cenas, cuando cobró confianza–me robaste al jefe de Deportes y al de Carreras. 
Me encogí de hombros y me sonreí:
__Es un método que me enseñó Timerman.__ Le contesté mientras me servía un vino inalcanzable para mi presupuesto revolucionario, que me obsequiaba la munificencia de García.

Entonces decidí avanzar y hacerle una propuesta bastante audaz.
Esperá a la próxima entrega que Bonasso te la cuenta.