Cultura

El «Gallego» García en la época de la Triple A

En esta tercera entrega, Bonasso describe peripecias de la época de la Alianza Anticomunista Argentina y la conducta del "solidario" dueño de Crónica

Por Miguel Bonassso

Contra viento y marea, el diario «Noticias» empezó a crecer vertiginosamente. A fines de 1973 estábamos ya en 100 mil ejemplares diarios. Era una proeza. La detallo para que se entienda: en el diario mandábamos los textos con sus diagramas a «El Cronista Comercial», otro diario amigo, gracias al compañerismo de Rafael Perrota, quien sería secuestrado, torturado y asesinado por el Primer Cuerpo de Ejército y la Bonaerense durante la dictadura militar.

En el Cronista lo componían tipográficamente y de acuerdo con los diagramas armaban páginas y sacaban las películas, los astralones. De allí los astralones iban a Fabril Financiera, donde se imprimía. Estos traslados eran una operación militar: las películas viajaban en coche con dos compañeros armados con escopetas (a veces tres), para evitar que las películas fueran robadas y destruidas por los de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), en un golpe de comando muy frecuente en esos días.


Cuando creció el tiraje, la cuestión se complicó. La impresora de Fabril Financiera, una Harris Cotrell apta para imprimir revistas color era muy lenta para un diario. Nuestro distribuidor, don Antonio Rubbo, a quien llamábamos «el mafioso bueno», vivía quejándose con razón, porque «Noticias» no llegaba a tiempo a la salida de los cines y tampoco al interior. Hubo que hacer copias de los astralones y sumar dos imprentas más para trabajar en red, Cogtal y Esquiú. Esto supuso otros dos coches, tripulados por dos compañeros cada uno, prolijamente armados con «pajeras del 12», para asegurar con sus vidas la impresión del diario.


En ese momento, nuestro aliado de Crónica, el «Gallego» Héctor Ricardo García, había estrenado ya una máquina diarera verdaderamente supersónica que tiraba 250 mil ejemplares por hora. O sea, podía completar perfectamente su impresión diaria y tener tiempo disponible para imprimir el nuestro.


Alentado por el favorazo que nos había hecho García con el papel, decidí proponerle que nos alquilara tiempo de máquina para Noticias. En nuestro siguiente encuentro se lo largué sin anestesia. Se mostró más cauto y zanjó el tema con una promesa:
__Lo veo con mi gente y te aviso.

Para Bonasso, en la etapa del «brujo» López Rega, García fue «corajudo y solidario»

Dos semanas después nos encontramos. No abordamos el tema durante la cena. Salimos a caminar y de repente me agarró el brazo en plena calle.
__Me apretaron.__Dijo intensamente colorado.
Carraspeó, hizo una larga pausa antes de aclarar:
__Los tipos estos del Brujo. Me avisaron que si te imprimo lo primero que hacen es romper la máquina y lo segundo…lo segundo es que soy boleta.
Parecía a punto de llorar por la terrible confesión. Agregó en su estilo llano, sin vueltas, de pibe de barrio:
__Me cagué.
Le dí una palmada afectuosa, en silencio. Era muy comprensible su temor.


Pasó un año hasta que volvimos a encontrarnos. Como me había parecido muy decente su confesión y confiaba plenamente en que era corajudo y solidario, volví a la carga para pedirle otro favor.
Declinaba el gobierno de Isabel Perón, que no sólo había cerrado Noticias sino también Crónica, Videla anunciaba que iban a morir todos los que hiciera falta que se murieran. Crónica se había mudado a un impresionante edificio en el Bajo. Ahí le caímos sin paracaídas Ernesto Jauretche y yo, una tarde de vísperas, con nuestras inquietantes funciones en la Secretaría de Prensa del Partido Peronista Auténtico.

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