Visita peligrosa al «Gallego» que no se conoce (IV)

Tras su fallecimiento a fines de junio, del director de Crónica, Héctor Ricardo García, el periodista Miguel Bonasso, empezó a entregar, en lo que denominó una saga folletinesca, relatos desconocidos, de los años de plomo , sobre el comportamiento del «Gallego». Lo hizo como un homenaje por su solidaridad «en tiempos muy difíciles». Explicó que esas historias no los podía contar con él en vida «y menos en esta coyuntura tan miserable de la vida política y periodística de nuestro desdichado país». Humanidad, resolvió reproducir estas crónicas fantásticas que ilustran una parte de nuestro trágico pasado y reflejan el pensamiento de un duro como Bonasso hacia «un tipo valiente y generoso y un comunicador excepcional».

Por Miguel Bonasso

Noviembre de 1975
Se podía escuchar el rumor del golpe inminente, como ese rugido subterráneo que precede a los grandes terremotos. Ernesto Jauretche y yo, militábamos en prensa del Partido Auténtico, que se había declarado en su Congreso inicial, como la rama más verde y quebradiza del árbol montonero.

Como dos kamikazes recorríamos las redacciones de los diarios para pasar comunicados o tratar de insertar solicitadas, ante la mirada atónita y aterrada de los colegas.

En tal condición nos descolgamos una tarde por el nuevo edificio que Crónica tenía en el Bajo. Íbamos a protestar ante el Gallego Héctor Ricardo García porque su gerente de publicidad, un señor de apellido Fariña, nos había rechazado una solicitada del Auténtico.

Crónica había estado clausurada por el gobierno de María Estela Martínez de Perón y había sido reemplazada durante algunos meses por Ultima Hora, un gambito gestado entre José Gelbard y David Graiver, que habían puesto a un general retirado (Delfor Otero) como pabellón que cubre la mercancía. De nuevo en la calle, pero con permanentes amenazas y alguna clausura temporal, Crónica caminaba sobre el alambre.

El Gallego nos recibió de inmediato, en un piso alto que daba al Río de la Plata, y me largó de entrada con una sonrisita perversa:
__.  Ché Bonasso y ¿ cuándo me van a garpar el papel que les pasé hace más de un año? 

Yo ignoraba que la Orga lo había dejado de seña y comencé a balbucear excusas con la ayuda de Jauretche. El Gallego hizo un gesto elegante y pasó al tema que nos llevaba. Le dijimos entonces que el tal Fariña nos había rechazado una solicitada.

Tragó una píldora, con un sorbo de té, masticó una galletita y me preguntó de sopetón:
__A ver…¿Hablan mal de los milicos?
__No en esta solicitada.
__¿Hablan mal de los curas?
__No, menos.
__Entonces qué, ¿hablan mal de la Colifa? 
Lancé un cabezazo afirmativo y se levantó de un salto, aullándole a la secretaría:
__Pasame con Fariña.

Agarró el tubo y con Jauretche nos compadecimos del gerente de publicidad que acabábamos de denunciar.
__Habla Héctor. Escucháme Fariña: ¿vos les rechazaste una solicitada a los muchachos estos del Auténtico?. Ajá. ¿Y por qué carajo tomaste la decisión de rechazársela? Yo te tengo dicho Fariña y te lo reitero ahora: el único que acá puede aceptar o rechazar una solicitada soy yo. ¿Me seguís? Si yo no te doy una orden vos le publicás una solicitada a todo el mundo: a los comunistas, a los putos, a los hare krishna…¿Me entendés? Van para allá.

Colgó y nos dijo:
__Fariña los está esperando.
Le di un apretón de manos y un abrazo. Recién volvería a verlo mucho después, cuando inició su campaña electoral un gobernador patagónico de apellido raro, al que casi nadie conocía.