Estamos encerrados. Es el contacto con el otro, con el mundo exterior, lo que hace que sea posible el concepto de libertad. Somos libres gracias a que un otro no nos somete. ¿Pero es posible escapar de uno mismo?
Hay veces que nuestra mente nos atormenta. Que nadie se sorprenda. Es difícil pasar por la vida y no experimentar la autoflagelación, esa actividad que a veces practicamos sin querer, pero que se torna inevitable en un mundo tan humano.
Cuando los pensamientos son de tristeza y desolación, es inevitable sentirse mal. Podemos ayudar a que esa persona cambie, a que mejore y que escape del pozo, pero no vamos a poder meternos en su encierro, en su cerebro. Esa es la peculiaridad de este tema. La celda tiene lugar para una sola persona, con aislamiento absoluto.
Existen intentos de soluciones a este estado. La psiquiatría y la psicología son las más destacadas en los tiempos actuales. También se habla de disciplinas, como el yoga, e inventos recientes con nombres raros, que tratan de dar esa paz que solo la libertad mental puede dar.
Ahora bien, ¿la libertad trae paz? Depende qué definamos como paz y como libertad. Podemos encontrar un montón de libros sobre estos dos temas. La paz y la libertad. ¿Por qué le interesaran tanto al ser humano? ¿Será acaso porque aún no los pudo conseguir? Si así fuera, podríamos comenzar a preguntarnos por qué razón buscamos y queremos cosas que están por fuera de nuestra naturaleza.
¿Será algo que está más allá, lo cual está tratando de salvarnos, de mejorarnos? ¿O simplemente evolucionamos y progresamos, como si nada de esto estuviera guionado? Religión versus ciencia… humano versus humano.


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