Por Miguel Bonasso
Hace medio siglo, cuando el entrañable pediatra Florencio Escardó atendía a mis pequeños hijos Flavia y Federico, charlamos una tarde largamente sobre el célebre ministro de Salud del primer peronismo, Ramón Carrillo.
Escardó me dijo textualmente: «Más allá de mi asumido y conocido gorilismo, soy un ferviente admirador de ese médico y sanitarista extraordinario que fue el doctor Ramón Carrillo. El país no ha vuelto a tener un ministro de Salud Pública como él. Su tarea me consta personalmente».
Que lo dijera el extraordinario pediatra y humanista que reformó decisivamente el Hospital de Niños, no es un dato menor porque Florencio, como él mismo admitió en esa charla, había sido un activo opositor del gobierno peronista.
Lejos de perseguirlo por socialista, el «Negro» Ramón Carrillo, lo protegió y lo ayudó. Esto no es de segunda mano: me lo confió Escardó en su consultorio de la avenida Santa Fe.
En apoyo de su afirmación están los datos objetivos que pulverizan la acusación de Claudio Avruj y el Centro Simón Wiesenthal sobre el presunto nazismo de Carrillo: fue – entre muchos otros méritos – el ministro que erradicó la tuberculosis del territorio nacional en 1947, antes que muchos países centrales.
Con las dictaduras militares como la llamada Revolución Libertadora de Aramburu, Rojas y el cipayaje oligárquico de los gobiernos neoliberales, la enfermedad renació y hoy está tristemente vigente entre los argentinos condenados a la miseria.
Está muy cerca la lamentable actuación de Avruj como Secretario de Derechos Humanos de(Mauricio) Macri, para abusar de la mala memoria argentina y escupir en la tumba de un argentino ilustre.
Gracias por el invalorable aporte para contrarrestar la mugre que deja la misma basura que nos quiere despojar de nuestros mas sentidos y queridos referentes.