La indignación, que se expandió por Disney World, por la difusión del vídeo en el que se observa como el afroestadounidense Jacob Blake, fue perseguido y baleado por la espalda por policías, coincidió y alteró la fase más intensa de las eliminatorias del torneo de basquet norteamericano de la NBA. El boicot de los jugadores comenzó cuando los Bucks, de Milwaukee, que debían jugar en el estadio de Orlando frente a los Magic, de esa localidad de Florida, se negaron a entrar a la cancha en solidaridad con el joven que se encuentra hospitalizado.
Milwaukee se encuentra a unos 65 kilómetros de Kenosha, donde se produjo el ataque contra Blake. Era el quinto partido de la serie de Play-offs. La protesta contra la brutalidad policial funcionó como un dominó y los demás equipos de la Liga más importante del mundo se plegaron a la medida.
Los jugadores de Orlando salieron a calentar mientras sus rivales se quedaban en el vestuario. Cuando faltaban cuatro minutos para comenzar el partido, los visitantes regresaron a su vestuario y los árbitros se quedaron en la cancha. El estado quedó vacío, además, por los protocolos de seguridad dispuestos por la pandemia de coronavirus.
Acto seguido, se anunció la suspensión de los otros dos partidos previstos para esa noche en la “burbuja” de Orlando: Los Angeles Lakers vs. Portland Trail Blazers y Houston Rockets vs. Oklahoma City Thunder. En todos los casos, fueron los propios jugadores los que decidieron no jugar. En las últimas horas hay intensas gestiones para dejar sin efecto el boicot, con amplias posibilidades de prosperar.
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