Como Spinetta, Palo Pandolfo sabía de su condición de “artista de culto”, categoría obtusa como pocas. Es cierto: lo de él no fue la venta de entradas, los buenos modales, el marketing. Lo de Palo fue la trascendencia. Ni más ni menos que tatuar la cultura popular de los últimos 35 años.
La marca fue rítmica, poética. Un modo. Palo legó dolor, densidad, verdad, angustia, misticismo, catarsis, Buenos Aires. La Cara B de todo.
Un ejemplo: al amparo del fuego de discos como Salud universal y Espiritango, crecieron artistas que se sintieron habilitados para indagar desde el rock otras formas musicales. Son todos hijos de Palo: de Pequeña Orquesta Reincidentes a Acorazado Potemkin, de Estelares a Falsos Profetas, de la Orquesta Fernández Fierro a 34 Puñaladas, del Cardenal Domínguez a Alfredo Piro y Cucuza Castiello.
Extracto de la nota de Mariano del Mazo que puede leerse completa en el link: https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/657511872206192640/obituario-siempre-cercano?fbclid=IwAR06FLvO2RUed86OT__C6eU-Mx01WUC47fuwHquIcFfbzM6H-J5M2s4f-50


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