Argentina está atravesando un momento difícil. ¿Sorpresa? No. El Presidente podría cambiar el estado de las cosas estando a un año y medio del próximo cambio de gobierno. La crisis, las renuncias y las peleas internas no son excusas para desaprovechar oportunidades históricas. ¿Cuándo más tendremos un Presidente tan débil pero en ejercicio al fin? ¿Cuándo volveremos a tener un episodio como este, en el que las cosas se pueden hacer y deshacer entre miembros de un mismo equipo que se enfrentan en un mundo convulsionado por los tambores de guerra?
Mudar la capital a otra ciudad; implementar un plan económico a largo plazo; tomar medidas sociales que disminuyan el poder de los ricos y su influencia por sobre el común de la gente; y hasta formar un nuevo partido político son algunas de las tantas opciones que tiene el «socialdemócrata» Alberto Fernández.
Europeísta, el Jefe de Estado podría aglutinar un espacio que culminaría, quizá, ocupando un tercer o cuarto lugar en las próximas elecciones, pero que lo posicionaría como un hombre que tuvo el coraje suficiente para marcar políticamente al país exponiendo su figura. ¿Qué otra cosa tan preciada puede llegar presumir un dirigente que su propia imagen?
Abandonar lo previsible para lanzarse a lo que la ciudadanía quiere hace ya tiempo sería digno de reconocimiento. Por supuesto: no se lo reconocerán en la cara. De las fotos de la fiesta de cumpleaños de Fabiola en la quinta presidencial de Olivos, en plena cuarentena y con expresa prohibición suya de realizar encuentros sociales, es algo de lo que no se vuelve.
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El primero corre de atrás
Fara, sin vueltas, afirma que el escenario político es un desmadre. El presidente Alberto – en teoría primus inter pares -, tiene alternativas, una más fiera que otra. Apuesta a que algo inesperado ocurra.
Esas fulminantes imágenes pusieron su granito de arena en la terrible derrota del Frente de Todos en las últimas elecciones legislativas (2021). Aunque, sería errado adjudicar el resultado electoral a un solo mal paso. Las pifiadas venían por varios wings: ¿¡acaso el hartazgo por la cuarentena, no hizo que llovieran cascotes sobre el oficialismo!? Sin embargo, es imposible negar el impacto. Por más hipócrita que sea el ser humano, criticando algo que también hizo o hubiera hecho. Qué rapido pasan las cosas al olvido. Ya no es tema el despido del ministro de Salud, Ginés González García, por la salida a la luz de «vacunatorio VIP» que privilegió a una lista de personas cercanas al poder.
El mal humor de los argentinos y argentinas se percibe a flor de piel. No por eso el Gobierno tiene que tirar la toalla. Está bien: la economía es un bolonqui, la renuncia del ministro Martín Guzmán, no ocurrió por arte de magia. ¿Alberto Fernández aun tiene tiempo para quedar en la historia? Hay mil y un planes posibles para levantar a la Argentina, como hizo la dulce Scheherazade. ¿Lo hará o se quedará en su papel cómodo (incómodo o no-lugar), instalado en la memoria colectiva como un Fernández del montón?
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