Por Carlos Morelli
La orfandad, del brazo con la ternura. El despojo material, extraviado en la inmensidad del sentimiento. El reclamo, silenciado por la belleza. ¡Cuántas veces el estremecimiento y la caricia se han superpuesto al revisitar, casi religiosamente, esta imagen icónica de la creación chapliniana! De su picaresca amarga. De su humor de dientes rechinantes. De su poesía de lo simple. De su tributo a la pureza.
“El Pibe” (The Kid), fue, en 1921, el primer (y mudo) largo metraje de Charles Spencer Chaplin. Lo estrenó a sus treinta y dos años, y llevaba su firma en la dirección, la producción, el guión, el montaje, y, claro, el primerísimo plano de la interpretación. En este último lo acompañaban Edna Purviance y Jackie Coogan. Ella tenía veintiséis años (había nacido en 1895, dos meses antes que el cine) y sería la mayor diva y el supremo amor del genio británico, luego mudado a los Estados Unidos. Él tenía solo siete, era hijo de un matrimonio de artistas de varieté (padre músico y madre actriz), y de grande, más allá de perder la magia y la celebridad de su estrellato infantil, se casaría con Betty Grable y protagonizaría la serie televisiva original de “Los Locos Addams”. Algo es algo.
En el arranque de los apretados 68 minutos de “The Kid”, Edna (también la heroína se llama así), una mujer joven, abandona a John, el bebé que no había querido tener, junto con un mensaje rogando por su crianza, en un lujoso automóvil. Unos malvivientes roban el vehículo y dejan a la criatura en una esquina de un barrio marginal. Allí lo encuentra Carlitos, o Charlot, el eterno vagabundo, quien primero intenta infructuosamente deshacerse de su hallazgo, y luego decide conservarlo. La miseria de a uno se duplica, combatida a diario por la picaresca de supervivencia. Y en cierto momento aquella mujer, ahora convertida en una actriz famosa y en una madre arrepentida del desprendimiento de su hijo, encara una búsqueda destinada al veloz (¡son sólo 68 minutos!) “Happy End”. ¡Marche un final feliz para tres…!
En 1972 “El Pibe” accedió a una reedición con escenas eliminadas y banda sonora agregada, con música (claro: de Mr. Chaplin). Más de cincuenta años después (y a un siglo de su lanzamiento original), su fotografía “de portada” sigue siendo la misma: Carlitos/Charlot, con su “look” eterno, y el pequeño John, con su célebre gorrita, sentados, muy juntitos, en la puerta de su vivienda/refugio. Y su carta de presentación (en inglés, “Title Card”), podría ser seguir siendo aquella con que se estrenó, sin demasiadas ilusiones. y con un éxito descomunal, en la Londres de entreguerras: “Un film con una sonrisa, y, quizás, una lágrima”.
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