Un Darío Sztajnszrajber “contradictorio” que llegó a definirse como “un rebelde sin causa”, se presentó anoche en el Teatro de la Torre, de Pinamar, para discurrir acerca de un libro sobre el amor que no entregó a sus editores de la editorial Planeta: es que aún le faltan 10 páginas que le cuesta “horrores” redactar – según reveló – y ya está embarcado en la escritura de una nueva obra sobre la muerte, tema que lo desvela.
Cambiado de apuro para la ocasión, desalineado, con sandalias y mochila y unos pantalones largos que reemplazó por unos playeros cortos a instancias del presentador Nino Ramella, el filósofo deleitó a la platea más juvenil y provocó algunas deserciones de personas mayores con pensamientos tradicionales. Rato antes había tenido una entrevista privada con el intendente Martín Yeza, cuyo contenido no trascendió.
Con tres parejas a cuesta – la última con cama afuera -, consideró que en el presente “la humanidad se está suicidando” y reivindicó como modelos de renovación revolucionarios el feminismo y el interés ecológico por preservar las riquezas naturales.
Explicó a la platea que nunca en su vida usó un traje y que ya le pidió a uno de sus hijos que cuando muera, lo preparen para el velatorio con saco y corbata. ¿Y para qué?, inquirió un provocador Ramella. “Para joder”, replicó. Descartó las teorías sobre el cielo y el infierno, aunque hizo alguna elucubración al respecto, y dijo “creer en el entre” ambos estados, como estudioso de la Biblia desde los 5 años.
“Me aburro mucho de mi mismo”, comentó y señaló que convivir en pareja es algo interesante y desafiante. “Soy muy intenso, necesito tener conexión conmigo y buscar siempre al otro, en este caso a la otra”.
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Habló de los Cínicos de la antigua Grecia y exaltó a Diógenes, quien escatológicamente pretendía vivir “como los perros, desapropiado y desposeído (sic)”. Contó que vivía como un linyera en un tonel y comía carne cruda. En una ocasión, el conquistador Alejandro Magno, quien tenía la costumbre de visitar al personaje más sabio de cada provincia anexada para llenarlo de obsequios, pidió hablar con él.
-Pídeme lo que quieras y te lo daré, expresó Alejandro atónito por el personaje que tenía enfrente. “Por favor, córrase un poco porque me está tapando el sol”, fue la despojada respuesta de Diógenes que desubicó a Alejandro.
Sztajnzrajber contó parte de su vida familiar – la colisión, por caso, con sus padres antiperonistas, cuando empezó a militar en la JP, en el secundario -, y reveló que “es futbolero, un enfermo que se apasiona y al poco tiempo se cuestiona: ¡¿cómo me puede importar esto y despertar mi ira…si es pan y circo?!”.
Así de ambivalente fue la charla. Se manifestó “un poco celoso” en un contexto donde “el amor es imposible”. Introdujo una y otra vez paradojas: “nacemos para morir…la vida es finita”. Y despreció luego “el pensamiento hegemónico calculador” .
¿De quién conviene enamorarse? “Cuando cupido te da el flechazo, te cagó la vida”, sentenció y luego destrozó al poliamor. “Tiene 100 millones más de reglas que la monogamia”, exageró y, esta vez, al que le pegó debajo de la cintura fue a Ramella.
Trajo a cuento enseñanzas de Diana Maffia: “Darío – le dijo ella – lo otro de ser varón no es ser mujer: es ser no varón. Y sólo una posibilidad es ser mujer”.
Después preguntó: “qué mierda es ser infiel” y refirió a los acuerdos dispares que se dan entre las parejas hoy en día, con formatos de “fantasía”.
“La filosofía es un palo en la rueda” en el avance la sociedad, manifestó primero, pero enseguida indicó que sin ella “la vida sería más totalitaria”.
Revisó posturas suyas anteriores; puso la lupa en “todo” y rescató una frase de Kant: “Atrévete a pensar”.
Advirtió Darío sobre “el colapso de la naturaleza” por la acción de los seres humanos. Acotó que no todo se puede explicar. Y dijo que los vivos reciben “mensajes de los muertos”. Ejemplificó con lo que pasó con unos utensilios que encontró en un mueble de su progenitora, y lo sucedido a una madre y su hija con un hermano fallecido. También estimó malsanos los avances nucleares de la ciencia con fines destructivos. La «inmediatez» e «instantaneidad» de la vida moderna con los celulares también cayó bajo su picota.
«Crees en el amor a primera vista, en la persona que uno idealiza», quiso saber una jovencita sentada en primera fila.
-Te doy una no respuesta. Hace unos años no creía, pero aprendí que hay hechos contingentes. Sí, hay imposiciones o cánones: el cuerpo modelado, la ropa. Eso existe. Pero ¿y si estás en la cola de un banco y con alguien se impactan?…bueno ahí hay desafío.
Darío se mostró mucho más comprensivo a la hora de defender sus verdades. No las hay absolutas, concedió. Y agregó – presto a la consulta de un joven -, que es necesario “escuchar al otro. Nos puede dejar enseñanzas que nosotros no comprendíamos”. Un discurso, de alguna forma, antigrieta.
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