Sin hacer nombres propios de argentinos, el papa Francisco identificó claramente al libertario Javier Milei con el nazi Adolfo Hitler – “el síndrome de 1933”, lo llamó -, defendió al actual presidente de Brasil, Lula y a su antecesora, Dilma Rousseff, perseguidos judicialmente, y reveló que se reunió con un “amigo”, exmiembro de la Corte Suprema (claramente Eugenio Zaffaroni), defensor de la teoría del Lawfare. La misma que esgrime la vicepresidenta Cristina Kirchner para rechazar lo que denomina su “persecución y proscripción” política.
En una larga y emotiva entrevista con Gustavo Sylvestre, de C5N, Francisco mostró una sencillez envolvente. No eludió temas como el celibato – “es una disciplina temporal, no un dogma”, precisó – y la pedofilia, y consideró que la pandemia debe haber dejado algo en el inconsciente de las personas. “Hemos aprendido que nadie tiene la vida comprada”, deslizó.
Lamentó, remontándose a épocas de la Biblia, las contradicciones y “despedazamientos” de la humanidad, a través de “enamoramientos de la plata, de las aventuras bélicas y de los negocios sucios”.
Sin dejar de hacer notar la destrucción de la casa común, señaló que “la paz es una utopía por la que tenemos que luchar”. Manifestó su horror por la fabricación de armas y las guerras que se producen – indicó -, cuando “los imperios se sienten débiles”.

¿Por qué las guerras triunfan y las religiones no la pueden detener? En ese punto, también aludió a una gran cantidad de personas que “son esclavas en sus lugares de trabajo”. Coincidió con Juan Pablo II al ponerse a favor de la economía social de mercado.
Llevado tangencialmente por el periodista a la situación que se vive en la Argentina, Mario Bergoglio, contestó generalizando: “Nos encantan las internas sobre cualquier cosa”. Ejemplificó con un caso “muy dañino” que desembocó en el abandono de las identidades políticos y la aparición del nazismo en Alemania, en 1933.
Asustado a su manera por las fragmentaciones, denostó “el triunfo del egoísmo por sobre el comunitarismo”. Hablando de la Argentina (“es mi pueblo”, puntualizó), dijo que hay comprensión de que se trata de una Nación, con límites, pero “no hay conciencia de Patria. Se nos murió la Patria, somos huérfanos de Patria”. Hizo notar, entonces, su “miedo por los (que se presentan como) salvadores de historia”, en clara alusión a Milei.
Embistió contra “los reduccionismos”. Recordó al filósofo jujeño Rodolfo Kusch, quien “puso al pueblo como sujeto de desarrollo de un país”. Recordó anécdotas familiares – en su casa eran radicales, antiperonistas -, y elogió a comunistas, entre ellas a la hermana de Rubén Íscaro, “una política de raza que me ensenó que hay que hacer proyectos y tratar de convencer al otro”. En este punto, desvalorizó a los dirigentes que tienen “sucesivos divorcios políticos”, pierden su identidad, y “van cambiando de fracciones electoralistas según su propia conveniencia”. Sobrevoló por el aire la figura de Patricia Bullrich.
Aseguró que la verdadera política “es noble” y que “el odio” lo instalan “los malos” dirigentes, que “corrompen y provocan reacciones”.
Sylvestre enumeró a varios líderes latinoamericanos – Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, Cristina Kirchner –, y Francisco con gran silueta renegó de los embates judiciales contra los brasileños Lula y Russeff. “No pudieron con ellos”, manifestó satisfecho.
Luego, también sin identificar, habló de su reunión con su “amigo” exmiembro de la Corte de la Argentina (Zaffaroni), y señaló con un dedo acusador a los medios de comunicación que se anticipan a “descalificar y condenar” dejando en “offside” a personas, al margen del derecho. Cuestionó a jueces “chantapufi” y llamó a “desenmascararlos”.
Protestó contra “las difamaciones y calumnias” a través de la prensa hegemónica nucleada en ADEPA, y reclamó honestidad intelectual para “no ocultar o deformar la verdad.”
“Esa no es función de un medio de comunicación, es guerrilla”, sentenció.
Sobre el final de la entrevista, volvió a insistir en que le tiene “pánico” a los que se presentan como “salvadores de la Patria”, como hizo “Adolfito” (por Hitler). Dijo que se trata de “políticos de laboratorio sin historia ni pertenencia”.
Además, mostró su preocupación por el avance de la ultraderecha en el mundo. “Siempre se recompone, es centrípeta, no es centrífuga…el mejor antídoto es la justicia social”.
Sobre los curas villeros, aceptó que en el pasado hubo “una cierta ideologización”, pero en el presente defendió (sin citarlo) al obispo Gustavo Carrara, a quien definió como “un hombre de la Iglesia, serio, equilibrado, con gran corazón” que lucha contra el narcotráfico en puntos calientes de la Argentina.
Reconoció que hay “operaciones” en su contra, pero “por salud mental no me meto, así no me amargo la vida. Prefiero ayudar positivamente cuando veo una puerta abierta”.
-¿Hay gente enojada con usted?, preguntó Sylvestre
-Yo quiero hacerle bien a mi pueblo. Me dicen eso. Rezo por ellos (los enojados). Quiero a todos adentro, como Jesús. No se puede sectorizar. Hay que invitar a la fiesta a justos y pecadores.
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