Historia Opinión

Las guerras del opio: todo vuelve en la vida

Regiones de EE.UU. viven - como en las series -, bajo la sombra de miles de zombies esclavizados por el consumo de fentanilo, un opio que, con sólo 2mm. puede causar una sobredosis mortal. ¿Qué pasaba entre UK y China en el siglo XIX?

Por Juan Yaría

El siglo XIX fue el escenario de las llamadas “Guerras del opio”: Gran Bretaña llena de adictos a China y esto, ahora, parece retornar con el hundimiento de los Estados Unidos con la invasión del fentanilo (opioide) que transforman a ciudades de diferentes Estados como, por ejemplo California y Nueva York, en verdaderos “cementerios” al aire libre.

El fentanilo es una industria en crecimiento en la debilitada economía de China. Los sindicatos del crimen y los bancos chinos prosperan en el lavado de dinero global que facilita el tráfico de drogas con Occidente.

Las exportaciones chinas cayeron un 15 por ciento el año pasado, y los principales mercados para los productos chinos están en recesión o cerca de ella. El desempleo juvenil en China es de alrededor del 20%, y las finanzas de los consumidores se han visto socavadas por la caída de los rendimientos inmobiliarios.

Las guerras del opio o las guerras anglo-chinas fueron dos conflictos bélicos que ocurrieron en el siglo XIX entre los imperios chino y británico. La primera duró entre 1839 y 1842. La segunda, en la que Francia se implicó con los británicos, estalló en 1856 y duró hasta 1860. Sus causas fueron los intereses comerciales que crearon el contrabando británico de opio en la India y en China y los esfuerzos del gobierno chino por imponer sus leyes a ese comercio.

Estados Unido de rodillas frente al fetanilo

La derrota china en las dos guerras forzó al gobierno a tolerar el comercio de opio. Gran Bretaña comenzó a exportar ilegalmente opio a China desde la India Británica en el siglo XVIII para contrarrestar su déficit. El comercio del opio creció rápidamente, y el flujo de plata comenzó a reducirse. El emperador Daoguang prohibió la venta y el consumo de opio, en 1829, a causa del gran número de adictos.

Lin Hse Thu (emperador) envió una carta a la Reina Victoria pidiéndole que respetara las reglas del comercio internacional y no traficara con sustancias tóxicas: “…pero existe una categoría de extranjeros malhechores que fabrican opio y lo traen a nuestro país para venderlo, incitando a los necios a destruirse a sí mismos, simplemente con el fin de sacar provecho. (…) ahora el vicio se ha extendido por todas partes y el veneno va penetrando cada vez más profundamente (…) Por este motivo, hemos decidido castigar con penas muy graves a los mercaderes y a los fumadores de opio, con el fin de poner término definitivamente a la propagación de este vicio. (…) Todo opio que se descubra en China se echará en aceite hirviendo y se destruirá. En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con opio a bordo será incendiado (…)”.

Los británicos comenzaron a producir opio a mediados del siglo XVIII en la India en cantidades significativas. Aprendieron el arte de los mogoles, quienes comerciaban con esa sustancia al menos desde el reino de Akbar (1556-1605), e iniciaron su intercambio por plata en el sur de China.

Las exportaciones de opio de los británicos crecieron vertiginosamente, de aproximadamente 15 toneladas en 1730 a 75 toneladas en 1773, embarcadas en más de 2000 cajas con 70 kg cada una. Sobre estos escenarios se estructuran las históricas “guerras del opio”.

Desde la apertura de la economía de China, bajo Deng Xiaoping en 1978, el crecimiento ha sido el resultado de la vitalidad demográfica, la inversión masiva en obras públicas, un sector inmobiliario en auge, un superávit de comercio exterior sostenido y la inversión de Occidente en instalaciones de producción y transferencia de tecnología asociada. Un aumento en la deuda pública y privada es el legado del auge de la inversión.

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