El marketing es una de las herramientas más poderosas para aumentar la demanda. Crear expectativas, ilusiones y hasta paradigmas sobre la vida misma no es una tarea fácil, pero de ser efectiva puede hacer rico a más de uno. Muchas veces se crea una necesidad donde no la hay, o donde podría no haberla. Jugar con la ansiedad de las personas en las grandes ciudades para que compren determinado producto es un ejemplo de esto. Y uno de los principales afectados es nuestro estómago, por no hablar de la salud en general.
Pensemos en las cadenas de comida rápida. ¿Qué necesidad hay de gastar de forma exorbitante en una hamburguesa rica, sí, pero que puede terminar cayendo mal a la panza y hasta intoxicando el organismo? La publicidad nos muestra imágenes deliciosas con personalidades destacadas del fútbol o famosos a secas, quienes disfrutan de ese pedazo de carne. La parte en la que aquello cae pesado, la carne cruda o en mal estado, pasa por desapercibido.
Quedarse varios días en cama por una intoxicación, ya sea al haber consumido una hamburguesa cruda o algún otro alimento de consumo masivo, es una parte que nadie cuenta. Te venden algo que después te va a enfermar. Puede que no te enferme, pero tampoco te hace bien. Es decir que no solo no se puede disfrutar aceptando que no hay beneficios en la salud, porque a veces el placer es así, sino que se «disfruta» para luego enfermarse.
¿Qué tipo de productos consumimos? ¿Por qué compramos nuestra propia enfermedad? A veces el impulso por querer pasarla bien nos lleva al desastre. Y probablemente ocurra involuntariamente. Es que nadie quiere enfermarse. Sin embargo, por el tipo de productos que tenemos a disposición, la forma más inteligente de gastar es no hacerlo.
Entonces, ¿para qué trabajamos y generamos riqueza? Debería ser para construir la vida deseada, pero no para la enfermedad a la que luego le compraremos el remedio, perdiendo así no solo dinero sino que tiempo y salud.
La ironía del capitalismo está en que compramos lo que nos enferma y luego seguimos gastando en paliativos. Hay mucha oferta y demanda, sí. ¿Pero qué demandamos? Si consumimos porquería, vamos a fortalecer su reproducción. Si dejamos de hacerlo, probablemente deje de haber oferta.
Es entendible que las cosas sean así porque el ser humano funciona bajo inercia y de forma en que repite lo que entiende como seguro y placentero. Pero una vez que te intoxicas, repetir el error ya no es culpa del sistema, es una decisión personal de mantenerlo.


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